Banda de Möbius
Semanario monotemático de análisis y opinión... Porque la Resistencia y la Política somos y la hacemos tod@s
sábado, noviembre 04, 2006
Triunfaron las ganas de reprimir
Miguel Angel Velázquez
Ciudad Perdida: La Jornada
El mayor problema para los oaxaqueños que desde hace tres semanas se plantaron a las afueras del Senado de la Republica es la imposibilidad de estar en el río, cuando la sangre de sus compañeros de lucha lo ha enturbiado.
Para ninguno de los muchos que mantienen la manifestación de protesta parece extraña la decisión del gobierno. La represión siempre fue el golpe que esperaban, y conscientes de ello se prepararon, aunque nunca nadie logra aceptar, totalmente, el triunfo de la imbecilidad armada.
Entre los habitantes del plantón los culpables de que la sangre de los oaxaqueños inunde el río son los intereses del Partido Acción Nacional, que pudieron restar su apoyo al PRI para que Ulises Ruiz dejara la gubernatura del estado y, con ello, cumplir con la exigencia de la mayoría de los habitantes de aquella entidad, lo que traería el principio de acuerdo que da base sólida a una paz acordada, y seguramente duradera.
Acción Nacional, Fox y el gobierno del odio que pretende imponerse -el poder aparente, porque es sabido que estos actores sólo son el brazo ejecutor de quienes se apoderaron del país- muestran, ahora, sin mayor duda, que la voz de la gente no será escuchada, jamás, por Felipe el usurpador.
Más que nunca el odio se erige como la fuerza hegemónica de los azules, que intentarán, con sus acciones en Oaxaca, lanzar un mensaje inequívoco: o el pueblo se somete a sus mandatos o ellos lo someten.
Siempre que los ataques mediáticos no logren enajenar lo suficiente como para revertir la relación entre sometidos y los inconformes, estará la fuerza de los chorros de agua de las tanquetas antimotines, los gases lacrimógenos, los garrotes y el crimen impune, cometido en nombre de la legalidad, el orden y la paz.
Las fotografías que nos muestran los medios escritos señalan a un grupo adiestrado, que lanza su ataque en contra de los miembros del plantón oaxaqueño. Curiosamente, la mayoría de los que se ven armados visten una camisa roja que parece una seña de identificación entre ellos, es decir, estamos frente a algo muy parecido a un nuevo escuadrón de la muerte.
Y no sólo eso, desde el ánimo exacerbado de otros grupos, que nada tienen que ver con la APPO, se montan actos violentos que finalmente parecen dar la razón a las muchas voces que reciben entre aplausos y justificaciones ramplonas el arribo de las aspiraciones más altas de la derecha: la represión.
Tal vez nada pueda justificar a los jóvenes que por su cuenta deciden manifestarse violentamente, por ejemplo, en el centro de la ciudad de México, pero es necesario pensar hasta qué punto la represión ha ido radicalizando a quienes cada vez se sienten más humillados, más despojados, más perseguidos por un sistema que no les ofrece nada más que odio.
Así, la solución de la fuerza seguramente no llevará la paz a Oaxaca, por el contrario, el rencor que siembra el sometimiento siempre dará frutos de incertidumbre y la inestabilidad acechará cada rincón, cada paso, cada discurso de quienes se sienten vencedores del pueblo que sometieron, pero que no pueden gobernar.
Termina un gobierno incapaz, omiso en sus deberes hacia la gente, indolente frente a las demandas de la mayoría empobrecida y finalmente violento, y se inicia el del odio que, como se ve, no tendrá otro sustento que la represión, la represión y la venganza, lo malo es que el fruto de la semilla que sembraron empieza a madurar, y eso los tiene aterrorizados
Ciudad Perdida: La Jornada
El mayor problema para los oaxaqueños que desde hace tres semanas se plantaron a las afueras del Senado de la Republica es la imposibilidad de estar en el río, cuando la sangre de sus compañeros de lucha lo ha enturbiado.
Para ninguno de los muchos que mantienen la manifestación de protesta parece extraña la decisión del gobierno. La represión siempre fue el golpe que esperaban, y conscientes de ello se prepararon, aunque nunca nadie logra aceptar, totalmente, el triunfo de la imbecilidad armada.
Entre los habitantes del plantón los culpables de que la sangre de los oaxaqueños inunde el río son los intereses del Partido Acción Nacional, que pudieron restar su apoyo al PRI para que Ulises Ruiz dejara la gubernatura del estado y, con ello, cumplir con la exigencia de la mayoría de los habitantes de aquella entidad, lo que traería el principio de acuerdo que da base sólida a una paz acordada, y seguramente duradera.
Acción Nacional, Fox y el gobierno del odio que pretende imponerse -el poder aparente, porque es sabido que estos actores sólo son el brazo ejecutor de quienes se apoderaron del país- muestran, ahora, sin mayor duda, que la voz de la gente no será escuchada, jamás, por Felipe el usurpador.
Más que nunca el odio se erige como la fuerza hegemónica de los azules, que intentarán, con sus acciones en Oaxaca, lanzar un mensaje inequívoco: o el pueblo se somete a sus mandatos o ellos lo someten.
Siempre que los ataques mediáticos no logren enajenar lo suficiente como para revertir la relación entre sometidos y los inconformes, estará la fuerza de los chorros de agua de las tanquetas antimotines, los gases lacrimógenos, los garrotes y el crimen impune, cometido en nombre de la legalidad, el orden y la paz.
Las fotografías que nos muestran los medios escritos señalan a un grupo adiestrado, que lanza su ataque en contra de los miembros del plantón oaxaqueño. Curiosamente, la mayoría de los que se ven armados visten una camisa roja que parece una seña de identificación entre ellos, es decir, estamos frente a algo muy parecido a un nuevo escuadrón de la muerte.
Y no sólo eso, desde el ánimo exacerbado de otros grupos, que nada tienen que ver con la APPO, se montan actos violentos que finalmente parecen dar la razón a las muchas voces que reciben entre aplausos y justificaciones ramplonas el arribo de las aspiraciones más altas de la derecha: la represión.
Tal vez nada pueda justificar a los jóvenes que por su cuenta deciden manifestarse violentamente, por ejemplo, en el centro de la ciudad de México, pero es necesario pensar hasta qué punto la represión ha ido radicalizando a quienes cada vez se sienten más humillados, más despojados, más perseguidos por un sistema que no les ofrece nada más que odio.
Así, la solución de la fuerza seguramente no llevará la paz a Oaxaca, por el contrario, el rencor que siembra el sometimiento siempre dará frutos de incertidumbre y la inestabilidad acechará cada rincón, cada paso, cada discurso de quienes se sienten vencedores del pueblo que sometieron, pero que no pueden gobernar.
Termina un gobierno incapaz, omiso en sus deberes hacia la gente, indolente frente a las demandas de la mayoría empobrecida y finalmente violento, y se inicia el del odio que, como se ve, no tendrá otro sustento que la represión, la represión y la venganza, lo malo es que el fruto de la semilla que sembraron empieza a madurar, y eso los tiene aterrorizados
SOBRE LA DERECHA EN MEXICO
"No estamos en contra de las libertades sino de su ejercicio"
Carlos Monsiváis
LETRA S
¿Qué es la derecha? Entre las posibilidades para definir el término, hay una siempre actual: "La decisión de pensar por los demás y de ordenarle a los demás su comportamiento; la usurpación organizada del libre albedrío a nombre de Dios (o de la empresa y el mercado libre) y de esos otros componentes de la Trinidad, la moral y las buenas costumbres." En México la derecha es la herencia virreinal que se extiende a la tradición de intolerancia, hasta 1857 absoluta en México. Todavía en 1856, en el primer debate sobre libertad de creencias en el Congreso Constituyente, sólo un parlamentario vota a favor de la tolerancia. En 1859, en la preparación de las Leyes de Reforma, el panorama se transforma por completo, entre otras cosas por el hostigamiento de los conservadores, los preparativos bélicos alentados por el clero y la necesidad política de liberalizar a la sociedad para manejar el Estado.
Juárez y los hombres de la Reforma producen las leyes indispensables para el desarrollo de las libertades, en oposición notoria a los antecedentes. Ni en la Constitución de 1824, ni en los otros proyectos se admite la libertad de creencias, "traición a la Patria". La derecha sufre dos grandes derrotas históricas que distinguen a México de otros países latinoamericanos, la Reforma Liberal y la Revolución, grandes movimientos anticlericales y de apertura de conciencia. Derrotada por la Reforma liberal, la derecha se refugia en los pueblos tradicionalistas que, como prueba Agustín Yáñez en Al filo del agua, son literalmente "campos de concentración de la ortodoxia".
En el enfrentamiento entre Estado y derecha, la Iglesia católica y sus representantes laicos o semiepiscopales, se las arreglan siempre para quedarse con el control de la formación de la clase dirigente, así pierdan el de la educación pública. De la República Restaurada (1867-1872) a 1910, la derecha insiste en la tutela de la educación mientras acepta amplias concesiones del Estado. Por eso, cuando en 1933 Plútarco Elías Calles lanza "el grito de Guadalajara", y se declara en contra de "cederle a la reacción" el dominio del alma de los niños, reafirma el sentido político del laicismo. En términos modernos, esta reivindicación del control educativo del Estado para combatir "el fanatismo", es la garantía de continuidad del sistema político.
Los bienes devocionales
Desde los años cuarenta, la derecha opta por lo que ha sido su estrategia más eficaz: apropiarse de la educación de las élites, ahora no más del 7 por ciento de la educación primaria y superior. Si educan a los futuros gobernantes y empresarios, educan directamente al poder. Dicho sea de paso, en México no tiene sentido hablar de la derecha religiosa porque éste es su adjetivo irremplazable. No hay tal cosa como una derecha formalmente atea. A la clase empresarial le importa el manto de "legitimidad moral" aportado por su pública devoción cristiana, y en pos de ello le rinde tributo económico y social a sus creencias. El que no proceda así, se verá excluido de su grupo. El vínculo interno del empresariado es la confesión de fe tradicionalista. NO el comportamiento ético, sino la declaración de bienes devocionales.
Al régimen priísta se le conceden la educación de las masas, y la vigilia de su panteón heroico. A la derecha, es decir, a la Jerarquía, al empresariado, a los membretes de la Unión de Padres de Familia, de las Asociaciones Femeninas, de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, etcétera, se le encomiendan campañas periódicas de afirmación del feudo. (Deben ser periódicas, porque el interés de la sociedad no da para tanto; si se hicieran de continuo, el fastidio sería total.) Estas andanadas irregulares se dirigen a la supresión de libertades y la limitación de las libertades existentes. Así por ejemplo, las campañas contra la educación sexual que se inician en forma muy vigorosa en 1932, cuando el secretario de Educación, Narciso Bassols, introduce temas de educación sexual en la educación primaria y secundaria. La derecha se opone, moviliza sus huestes en las escuelas públicas (no muchas, sólo el 8 por ciento del profesorado), y tiene éxito al crear el barullo que obliga a la suspensión de la campaña de educación sexual y la renuncia del secretario Bassols.
La censura, el enclave más poderoso de la derecha, es, desde el principio, un tributo del Estado a los otros poderes. La censura le niega la mayoría de edad psicológica y cultural a la sociedad, y retiene el derecho a decidir lo que debe verse y lo que no, lo que debe oírse y lo que no. La censura fomenta un "retraso mental colectivo" al no permitir el derecho a decidir de lectores y espectadores, y evita informaciones y obras fundamentales, en pos del ideal: si la sociedad es menor de edad, estará siempre disponible.
Otra fortaleza de la derecha es el control histórico sobre las mujeres La consagración del machismo en la vida social y en la industria de la conciencia ratifica las pautas del tradicionalismo en la vida cotidiana, hasta llegar al exceso. Durante casi todo el siglo XX, la violación, a ojos del patriarcado, apenas merece comentarios sarcásticos de policías y agentes del "Ministerio Público". La víctima es culpable y así se le trata en los juzgados si se atreve a demandar a sus victimarios. En materia de sexismo, la culpabilización de las víctimas ha prevalecido hasta fechas muy recientes, lo que supone la inferiorización de las mujeres y la comprobación de su minoría de edad psicológica, espiritual y cultural.
Quizás el bastión central de la derecha, el más efectivo hasta hace muy poco, es la noción de pecado y su consecuencia, el sentimiento de culpa. Si alguien se siente en falta, o peor, si se siente pecador o pecadora, está ya a cargo de la derecha, que prefiere siempre las culpas por sobre las responsabilidades, que fomenta a granel. Se lanzan campañas contra el cine "que pervierte" a cargo de la Liga Mexicana de la Decencia, la censura detiene la madurez temática de la industria fílmica en los años cincuenta, lanza campañas desde los púlpitos contra Agustín Lara y Cri-Cri, y quema revistas "pornográficas" (que nunca lo son en realidad, apenas boberías "calenturientas"). Antes de que exista material pornográfico, los grupos confesionales inician en Mérida, Hermosillo, la Ciudad de México, Puebla, quemas de publicaciones "heréticas". Llegan a los expendios de periódicos, decomisan las revistas "pecaminosas" y las hacen arder en los zócalos en "autos de fe editorial".
A la derecha le importa el ejercicio del poder que le permite negociar y refrendarle a la sociedad que vive en culpa y en pecado. Por eso quiere fiscalizarlo todo, el comportamiento y la conversación. Hay campañas contra las libertades verbales, hasta los años setenta tiene vigencia la lista de vocablos que no se pueden imprimir. Esto se suprime por el mero impulso social, se implanta el habla unisex y ya dejan de ser tabú las "conductas prohibidas", además legales entre adultos consensuados. Si la prensa insiste hasta hace unos años en decirle "maricones" a los gays, es por creer demasiada concesión llamarlos homosexuales, en cambio, la palabra "maricones" los retiene en el ghetto de la abyección. En este punto, la derecha suele coincidir con la izquierda, aunque a partir de los setentas una parte muy significativa de la izquierda reconsidera y cambia.
La hipocresía como visión del mundo
La derecha es la gran defensora de los "monopolios morales". Por ejemplo, si éste es un país exclusivamente católico, pasa inadvertida la atroz persecución de los protestantes a lo largo del siglo, la violación de sus derechos humanos y civiles, el asesinato de sus líderes, la expulsión de los conversos de las comunidades, la quema de templos. Y de corolario, la muy significativa oleada de chistes que adereza la herejía con el choteo. Y en las campañas de homogeneidad a fuerzas, tiene éxito la derecha, al aislar a cada uno de los sectores perseguidos, que desunidos resultan presas fáciles. Y también fortalece enormemente a la derecha, la idea prevaleciente en la clase política: la conducta privada de los hombres públicos debe inspirarse en la pareja católica. Hasta hace muy poco, era inconcebible un divorciado en la Presidencia de la República. Un soltero, imposible.
Lo que la derecha pierde con la educación laica, trata de compensarlo afirmando sus zonas de prohibición. Y la ofensiva actual de la derecha es una respuesta a la restricción cuantiosa de sus zonas de prohibición, asunto que no tiene que ver con el autoritarismo estatal sino con el desarrollo social. En 1961 la campaña "Cristianismo Sí, Comunismo No", más que contra la izquierda, se dirige contra un sector educativo ya fuera de su control. En 1960, la derecha organiza su ofensiva en Monterrey contra los libros de texto gratuitos, juzgados "indecentes" y casi ateos. Sólo la intervención directa el presidente López Mateos hace posible la difusión de los libros. Esto es lo inadmisible para la derecha: si los niños saben, si las mujeres deciden, su control se desvanece. Lo suyo es el sostén de la hipocresía como visión del mundo, y no lo digo retóricamente, aunque así se escuche. Si la hipocresía deja de ser el enfoque de todos los días, en un compás que va de las clases medias a la burguesía, se desvanece la sujeción. La derecha social y clerical ya no pide la aceptación unánime de sus dogmas, pero sí que se actúe como si estos dogmas fuesen acatados y por eso concentra tanto sus esfuerzos en la burguesía y la clase media alta. A la derecha no le incumbe la conducta de los pobres; que de ellos cuide su "animalidad orgánica". Si un pobre es adúltero, ¿qué más se podría esperar?, si un rico se divorcia es blasfemia. Lo propio de la derecha es el manejo de la conducta pública de las clases gobernantes.
Al concentrarse la derecha hasta 1960 en oponerse al protestantismo y el comunismo, en mantener las prohibiciones más notorias y en cultivar las apariencias morales, se olvida de la modernidad. Este es su gran desastre. En la segunda mitad del siglo XX, el desdén por la modernidad, debido al resquebrajamiento de los aparatos ideológicos o la falta de percepción cultural, hace que la derecha ignore las fuerzas dominantes en lo internacional, que la mera condena no disminuye. Para cuando la derecha reacciona es tarde.
A partir de los ochentas, pero especialmente en los años recientes, la derecha consolida sus centros de acción y sus fortalezas, entre ellas las universidades particulares a cargo de la élite. En un cálculo aproximado, 70 por ciento del aparato público, de directores de departamento para arriba ya egresa de universidades particulares. Por lo demás, su presencia militante es precaria. En tanto interlocutores de la sociedad, la extrema derecha sólo se vigoriza en un caso: el combate a la despenalización del aborto, que alía a todos los sectores. Y para mantener la censura en la televisión, moviliza la amenaza de las respuestas del clero, capaz de inhibir series, programas, anuncios. ¿Qué pueden las campañas de prevención del sida contra la perspectiva del boicot de los anunciantes?
A la derecha le irritan sobremanera los intentos de promover reformas o medidas de salud que remitan a la existencia del sexo. Así, además de la despenalización del aborto, le horroriza la difusión de los condones. Ante la pandemia del sida, su actitud es, como se quiera ver, intolerante al punto del genocidio. Por eso, las calumnias sistemáticas contra los mínimos intentos civitizatorios de la Secretaría de Educación y la Secretaría de Salud.
Muy especialmente en los años recientes, la derecha ha sufrido intensas derrotas sin trazas de atenuarse. En las batallas culturales, la derecha lleva la peor parte, y cito algunos hechos: el auge de las teorías feministas que deciden el tratamiento de las mujeres en la prensa, en los debates televisivos, en los debates legislativos, etcétera; el fin de la demonización de la izquierda; la despenalización moral del aborto, de eso no se habla, pero en las encuestas el número de los que opinan a favor es significativo; la continuidad de los organismos y de las activistas en contra del sida que no ceja así todo parezca estar en contra. Y esta continuidad de la sociedad civil es uno de tantos datos que indica a mediano y largo plazo el fracaso de la derecha.
Carlos Monsiváis
LETRA S
¿Qué es la derecha? Entre las posibilidades para definir el término, hay una siempre actual: "La decisión de pensar por los demás y de ordenarle a los demás su comportamiento; la usurpación organizada del libre albedrío a nombre de Dios (o de la empresa y el mercado libre) y de esos otros componentes de la Trinidad, la moral y las buenas costumbres." En México la derecha es la herencia virreinal que se extiende a la tradición de intolerancia, hasta 1857 absoluta en México. Todavía en 1856, en el primer debate sobre libertad de creencias en el Congreso Constituyente, sólo un parlamentario vota a favor de la tolerancia. En 1859, en la preparación de las Leyes de Reforma, el panorama se transforma por completo, entre otras cosas por el hostigamiento de los conservadores, los preparativos bélicos alentados por el clero y la necesidad política de liberalizar a la sociedad para manejar el Estado.
Juárez y los hombres de la Reforma producen las leyes indispensables para el desarrollo de las libertades, en oposición notoria a los antecedentes. Ni en la Constitución de 1824, ni en los otros proyectos se admite la libertad de creencias, "traición a la Patria". La derecha sufre dos grandes derrotas históricas que distinguen a México de otros países latinoamericanos, la Reforma Liberal y la Revolución, grandes movimientos anticlericales y de apertura de conciencia. Derrotada por la Reforma liberal, la derecha se refugia en los pueblos tradicionalistas que, como prueba Agustín Yáñez en Al filo del agua, son literalmente "campos de concentración de la ortodoxia".
En el enfrentamiento entre Estado y derecha, la Iglesia católica y sus representantes laicos o semiepiscopales, se las arreglan siempre para quedarse con el control de la formación de la clase dirigente, así pierdan el de la educación pública. De la República Restaurada (1867-1872) a 1910, la derecha insiste en la tutela de la educación mientras acepta amplias concesiones del Estado. Por eso, cuando en 1933 Plútarco Elías Calles lanza "el grito de Guadalajara", y se declara en contra de "cederle a la reacción" el dominio del alma de los niños, reafirma el sentido político del laicismo. En términos modernos, esta reivindicación del control educativo del Estado para combatir "el fanatismo", es la garantía de continuidad del sistema político.
Los bienes devocionales
Desde los años cuarenta, la derecha opta por lo que ha sido su estrategia más eficaz: apropiarse de la educación de las élites, ahora no más del 7 por ciento de la educación primaria y superior. Si educan a los futuros gobernantes y empresarios, educan directamente al poder. Dicho sea de paso, en México no tiene sentido hablar de la derecha religiosa porque éste es su adjetivo irremplazable. No hay tal cosa como una derecha formalmente atea. A la clase empresarial le importa el manto de "legitimidad moral" aportado por su pública devoción cristiana, y en pos de ello le rinde tributo económico y social a sus creencias. El que no proceda así, se verá excluido de su grupo. El vínculo interno del empresariado es la confesión de fe tradicionalista. NO el comportamiento ético, sino la declaración de bienes devocionales.
Al régimen priísta se le conceden la educación de las masas, y la vigilia de su panteón heroico. A la derecha, es decir, a la Jerarquía, al empresariado, a los membretes de la Unión de Padres de Familia, de las Asociaciones Femeninas, de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, etcétera, se le encomiendan campañas periódicas de afirmación del feudo. (Deben ser periódicas, porque el interés de la sociedad no da para tanto; si se hicieran de continuo, el fastidio sería total.) Estas andanadas irregulares se dirigen a la supresión de libertades y la limitación de las libertades existentes. Así por ejemplo, las campañas contra la educación sexual que se inician en forma muy vigorosa en 1932, cuando el secretario de Educación, Narciso Bassols, introduce temas de educación sexual en la educación primaria y secundaria. La derecha se opone, moviliza sus huestes en las escuelas públicas (no muchas, sólo el 8 por ciento del profesorado), y tiene éxito al crear el barullo que obliga a la suspensión de la campaña de educación sexual y la renuncia del secretario Bassols.
La censura, el enclave más poderoso de la derecha, es, desde el principio, un tributo del Estado a los otros poderes. La censura le niega la mayoría de edad psicológica y cultural a la sociedad, y retiene el derecho a decidir lo que debe verse y lo que no, lo que debe oírse y lo que no. La censura fomenta un "retraso mental colectivo" al no permitir el derecho a decidir de lectores y espectadores, y evita informaciones y obras fundamentales, en pos del ideal: si la sociedad es menor de edad, estará siempre disponible.
Otra fortaleza de la derecha es el control histórico sobre las mujeres La consagración del machismo en la vida social y en la industria de la conciencia ratifica las pautas del tradicionalismo en la vida cotidiana, hasta llegar al exceso. Durante casi todo el siglo XX, la violación, a ojos del patriarcado, apenas merece comentarios sarcásticos de policías y agentes del "Ministerio Público". La víctima es culpable y así se le trata en los juzgados si se atreve a demandar a sus victimarios. En materia de sexismo, la culpabilización de las víctimas ha prevalecido hasta fechas muy recientes, lo que supone la inferiorización de las mujeres y la comprobación de su minoría de edad psicológica, espiritual y cultural.
Quizás el bastión central de la derecha, el más efectivo hasta hace muy poco, es la noción de pecado y su consecuencia, el sentimiento de culpa. Si alguien se siente en falta, o peor, si se siente pecador o pecadora, está ya a cargo de la derecha, que prefiere siempre las culpas por sobre las responsabilidades, que fomenta a granel. Se lanzan campañas contra el cine "que pervierte" a cargo de la Liga Mexicana de la Decencia, la censura detiene la madurez temática de la industria fílmica en los años cincuenta, lanza campañas desde los púlpitos contra Agustín Lara y Cri-Cri, y quema revistas "pornográficas" (que nunca lo son en realidad, apenas boberías "calenturientas"). Antes de que exista material pornográfico, los grupos confesionales inician en Mérida, Hermosillo, la Ciudad de México, Puebla, quemas de publicaciones "heréticas". Llegan a los expendios de periódicos, decomisan las revistas "pecaminosas" y las hacen arder en los zócalos en "autos de fe editorial".
A la derecha le importa el ejercicio del poder que le permite negociar y refrendarle a la sociedad que vive en culpa y en pecado. Por eso quiere fiscalizarlo todo, el comportamiento y la conversación. Hay campañas contra las libertades verbales, hasta los años setenta tiene vigencia la lista de vocablos que no se pueden imprimir. Esto se suprime por el mero impulso social, se implanta el habla unisex y ya dejan de ser tabú las "conductas prohibidas", además legales entre adultos consensuados. Si la prensa insiste hasta hace unos años en decirle "maricones" a los gays, es por creer demasiada concesión llamarlos homosexuales, en cambio, la palabra "maricones" los retiene en el ghetto de la abyección. En este punto, la derecha suele coincidir con la izquierda, aunque a partir de los setentas una parte muy significativa de la izquierda reconsidera y cambia.
La hipocresía como visión del mundo
La derecha es la gran defensora de los "monopolios morales". Por ejemplo, si éste es un país exclusivamente católico, pasa inadvertida la atroz persecución de los protestantes a lo largo del siglo, la violación de sus derechos humanos y civiles, el asesinato de sus líderes, la expulsión de los conversos de las comunidades, la quema de templos. Y de corolario, la muy significativa oleada de chistes que adereza la herejía con el choteo. Y en las campañas de homogeneidad a fuerzas, tiene éxito la derecha, al aislar a cada uno de los sectores perseguidos, que desunidos resultan presas fáciles. Y también fortalece enormemente a la derecha, la idea prevaleciente en la clase política: la conducta privada de los hombres públicos debe inspirarse en la pareja católica. Hasta hace muy poco, era inconcebible un divorciado en la Presidencia de la República. Un soltero, imposible.
Lo que la derecha pierde con la educación laica, trata de compensarlo afirmando sus zonas de prohibición. Y la ofensiva actual de la derecha es una respuesta a la restricción cuantiosa de sus zonas de prohibición, asunto que no tiene que ver con el autoritarismo estatal sino con el desarrollo social. En 1961 la campaña "Cristianismo Sí, Comunismo No", más que contra la izquierda, se dirige contra un sector educativo ya fuera de su control. En 1960, la derecha organiza su ofensiva en Monterrey contra los libros de texto gratuitos, juzgados "indecentes" y casi ateos. Sólo la intervención directa el presidente López Mateos hace posible la difusión de los libros. Esto es lo inadmisible para la derecha: si los niños saben, si las mujeres deciden, su control se desvanece. Lo suyo es el sostén de la hipocresía como visión del mundo, y no lo digo retóricamente, aunque así se escuche. Si la hipocresía deja de ser el enfoque de todos los días, en un compás que va de las clases medias a la burguesía, se desvanece la sujeción. La derecha social y clerical ya no pide la aceptación unánime de sus dogmas, pero sí que se actúe como si estos dogmas fuesen acatados y por eso concentra tanto sus esfuerzos en la burguesía y la clase media alta. A la derecha no le incumbe la conducta de los pobres; que de ellos cuide su "animalidad orgánica". Si un pobre es adúltero, ¿qué más se podría esperar?, si un rico se divorcia es blasfemia. Lo propio de la derecha es el manejo de la conducta pública de las clases gobernantes.
Al concentrarse la derecha hasta 1960 en oponerse al protestantismo y el comunismo, en mantener las prohibiciones más notorias y en cultivar las apariencias morales, se olvida de la modernidad. Este es su gran desastre. En la segunda mitad del siglo XX, el desdén por la modernidad, debido al resquebrajamiento de los aparatos ideológicos o la falta de percepción cultural, hace que la derecha ignore las fuerzas dominantes en lo internacional, que la mera condena no disminuye. Para cuando la derecha reacciona es tarde.
A partir de los ochentas, pero especialmente en los años recientes, la derecha consolida sus centros de acción y sus fortalezas, entre ellas las universidades particulares a cargo de la élite. En un cálculo aproximado, 70 por ciento del aparato público, de directores de departamento para arriba ya egresa de universidades particulares. Por lo demás, su presencia militante es precaria. En tanto interlocutores de la sociedad, la extrema derecha sólo se vigoriza en un caso: el combate a la despenalización del aborto, que alía a todos los sectores. Y para mantener la censura en la televisión, moviliza la amenaza de las respuestas del clero, capaz de inhibir series, programas, anuncios. ¿Qué pueden las campañas de prevención del sida contra la perspectiva del boicot de los anunciantes?
A la derecha le irritan sobremanera los intentos de promover reformas o medidas de salud que remitan a la existencia del sexo. Así, además de la despenalización del aborto, le horroriza la difusión de los condones. Ante la pandemia del sida, su actitud es, como se quiera ver, intolerante al punto del genocidio. Por eso, las calumnias sistemáticas contra los mínimos intentos civitizatorios de la Secretaría de Educación y la Secretaría de Salud.
Muy especialmente en los años recientes, la derecha ha sufrido intensas derrotas sin trazas de atenuarse. En las batallas culturales, la derecha lleva la peor parte, y cito algunos hechos: el auge de las teorías feministas que deciden el tratamiento de las mujeres en la prensa, en los debates televisivos, en los debates legislativos, etcétera; el fin de la demonización de la izquierda; la despenalización moral del aborto, de eso no se habla, pero en las encuestas el número de los que opinan a favor es significativo; la continuidad de los organismos y de las activistas en contra del sida que no ceja así todo parezca estar en contra. Y esta continuidad de la sociedad civil es uno de tantos datos que indica a mediano y largo plazo el fracaso de la derecha.
La turbulencia en México
Enrique Maza
Proceso
México no está viviendo una época fácil: transformaciones y lucha de clases que tendrán consecuencias largas y profundas de reacomodos políticos, de alteraciones económicas y sociales, de conflictos entre poderes y entre privilegios viejos y nuevos, de cambios de valores e, inclusive, de evoluciones en la cultura y en la civilización misma. La violencia en Atenco, en Oaxaca y en Tabasco son expresiones de lo mismo, igual que la violencia electoral que hemos padecido, sucia y fuerte, en su dimensión nacional y estatal.
No se puede reducir el poder a la capacidad de avasallar, matar, destruir o robar. Como no se pueden reducir las elecciones a los fraudes, a las golpizas y a las hipocresías legales. El principio de racionalidad vale para todos. La idea central es una sociedad libre, cuyos miembros deben vivir libres de la necesidad y de la angustia. Pero ahora se empeñan en enseñarnos que sin crueldad no hay fiesta.
Sólo un poder moralmente degenerado se aferra a un pasado que cuaja en desprecio, en fraude y en represalia. Quieren restablecer un hipotético equilibrio a partir de una moral farisaica que no vaya más allá de la polémica política. Y que los agravios sobrevivan en las víctimas, pero sin alzamientos. Para eso está la represión. Sólo que al pueblo de México no le interesa una justicia sólo hipotética que no asuma la condición objetiva y subjetiva de las víctimas.
Resultan tan desagradables los que irradian reconciliación y perdón desde el pedestal de la injusticia sobre el mar –ya es un mar– del sufrimiento humano causado por ellos mismos, que quienes hablan de compasión por un pueblo al que han despreciado por siglos y han degradado en su condición humana. Para los de arriba, el dinero es un buen sucedáneo de la patria. En los tiempos que corren, el hombre no es nada sin capital. La patria es la Bolsa de Valores, las trasnacionales, los medios de comunicación, sobre todo electrónicos. Quedó claro que este es un gobierno de empresarios y para los empresarios.
Las relaciones de los poderosos –ricos y políticos– con el pueblo son relaciones de poder, no de derecho. El poder prevalece y la ley legitima lo que prevalece. El dinero quiere imponer su visión de mundo y de patria, la primacía de sus intereses y de sus valores, al resto de la población; y usa el poder y la fuerza cuando no lo consigue. Convencido de la supervivencia del más apto, no regatea su desdén hacia todos los que han quedado a la orilla del camino, y hace pedazos la necesidad y la seguridad de las gentes para quienes la normalidad se ha convertido en emergencia.
Ahí encajan, por ejemplo, las negaciones, las diatribas y las campañas de odio que le son esenciales a la política ultraderechista del PAN y que dependen, contradictoriamente, de que persista aquello que condenan y rechazan, porque de otro modo se quedan sin enemigo y sin lenguaje.
El PAN, como partido en el gobierno, no tiene una genuina autoconciencia política. La perdió. Su objetivo –por lo menos el objetivo público– es erradicar el pasado, para implantar un futuro clasista y rapaz. Es notable su esfuerzo para conjugar su religiosidad meramente ritualista, vaciada de todo contenido evangélico, humano y fraterno, con un neoliberalismo desacralizante que mercantiliza todo, que produce una asfixia creciente y que crea, en consecuencia, una política cultural contradictoria. Al mismo tiempo, por implicación necesaria, pretende erigir una contrarrevolución cultural conservadora que abarca desde lo estético hasta la defensa a ultranza de la familia, de una ética sexual tapiada y de una religiosidad medieval, pero sin mencionar siquiera una ética económica, ni una ética ante las víctimas de la ratería del dinero y de la injusticia social. Y esto implica, por necesidad, el ejercicio del poder represivo –Atenco, Oaxaca, Tabasco, campañas de odio–, si no funcionan la intimidación intelectual de la izquierda y el silenciamiento de su cultura, clasificada olímpicamente como terrorismo, para copiar a Estados Unidos hasta en eso.
No faltan moralinas que intentan imponer juicios últimos sobre la situación de México y hasta se permiten el lujo lastimero de los juicios moralizantes absolutos, como los que nos están recetando a propósito de los movimientos populares que se resisten a la cultura comercial, a la santurronería del dinero y a la moralización bobalicona de la política sucia, ni los simplismos conceptuales con los que quieren lograr la asimilación del pueblo. Y dicen que intentan diálogos y acciones sociales y supuestamente conciliadoras que el pueblo no acepta.
Eso es lo que está pasando de manera clara en Oaxaca y con los diálogos de conciliación, sobre todo cuando se tiende la mano por arriba y se patea por debajo y a mansalva. El gobierno se regala en bandeja una buena conciencia mientras deja que sigan corriendo la injusticia y la arbitrariedad, mientras el pueblo sigue tejiendo su historia de luchas y de pruebas, de injusticias y de burlas. Si apreciamos la distancia entre lo que este gobierno ha dicho, lo que ha hecho y lo que queda por hacer en favor de la mayoría pobre y desheredada de este país, nos daremos cuenta del fracaso de la economía neoliberal que el gobierno panista de Calderón está decidido a continuar. En consecuencia, seguirán las luchas y también los sufrimientos, si no las represiones, del pueblo, no pobre, sino descaradamente empobrecido.
Proceso
México no está viviendo una época fácil: transformaciones y lucha de clases que tendrán consecuencias largas y profundas de reacomodos políticos, de alteraciones económicas y sociales, de conflictos entre poderes y entre privilegios viejos y nuevos, de cambios de valores e, inclusive, de evoluciones en la cultura y en la civilización misma. La violencia en Atenco, en Oaxaca y en Tabasco son expresiones de lo mismo, igual que la violencia electoral que hemos padecido, sucia y fuerte, en su dimensión nacional y estatal.
No se puede reducir el poder a la capacidad de avasallar, matar, destruir o robar. Como no se pueden reducir las elecciones a los fraudes, a las golpizas y a las hipocresías legales. El principio de racionalidad vale para todos. La idea central es una sociedad libre, cuyos miembros deben vivir libres de la necesidad y de la angustia. Pero ahora se empeñan en enseñarnos que sin crueldad no hay fiesta.
Sólo un poder moralmente degenerado se aferra a un pasado que cuaja en desprecio, en fraude y en represalia. Quieren restablecer un hipotético equilibrio a partir de una moral farisaica que no vaya más allá de la polémica política. Y que los agravios sobrevivan en las víctimas, pero sin alzamientos. Para eso está la represión. Sólo que al pueblo de México no le interesa una justicia sólo hipotética que no asuma la condición objetiva y subjetiva de las víctimas.
Resultan tan desagradables los que irradian reconciliación y perdón desde el pedestal de la injusticia sobre el mar –ya es un mar– del sufrimiento humano causado por ellos mismos, que quienes hablan de compasión por un pueblo al que han despreciado por siglos y han degradado en su condición humana. Para los de arriba, el dinero es un buen sucedáneo de la patria. En los tiempos que corren, el hombre no es nada sin capital. La patria es la Bolsa de Valores, las trasnacionales, los medios de comunicación, sobre todo electrónicos. Quedó claro que este es un gobierno de empresarios y para los empresarios.
Las relaciones de los poderosos –ricos y políticos– con el pueblo son relaciones de poder, no de derecho. El poder prevalece y la ley legitima lo que prevalece. El dinero quiere imponer su visión de mundo y de patria, la primacía de sus intereses y de sus valores, al resto de la población; y usa el poder y la fuerza cuando no lo consigue. Convencido de la supervivencia del más apto, no regatea su desdén hacia todos los que han quedado a la orilla del camino, y hace pedazos la necesidad y la seguridad de las gentes para quienes la normalidad se ha convertido en emergencia.
Ahí encajan, por ejemplo, las negaciones, las diatribas y las campañas de odio que le son esenciales a la política ultraderechista del PAN y que dependen, contradictoriamente, de que persista aquello que condenan y rechazan, porque de otro modo se quedan sin enemigo y sin lenguaje.
El PAN, como partido en el gobierno, no tiene una genuina autoconciencia política. La perdió. Su objetivo –por lo menos el objetivo público– es erradicar el pasado, para implantar un futuro clasista y rapaz. Es notable su esfuerzo para conjugar su religiosidad meramente ritualista, vaciada de todo contenido evangélico, humano y fraterno, con un neoliberalismo desacralizante que mercantiliza todo, que produce una asfixia creciente y que crea, en consecuencia, una política cultural contradictoria. Al mismo tiempo, por implicación necesaria, pretende erigir una contrarrevolución cultural conservadora que abarca desde lo estético hasta la defensa a ultranza de la familia, de una ética sexual tapiada y de una religiosidad medieval, pero sin mencionar siquiera una ética económica, ni una ética ante las víctimas de la ratería del dinero y de la injusticia social. Y esto implica, por necesidad, el ejercicio del poder represivo –Atenco, Oaxaca, Tabasco, campañas de odio–, si no funcionan la intimidación intelectual de la izquierda y el silenciamiento de su cultura, clasificada olímpicamente como terrorismo, para copiar a Estados Unidos hasta en eso.
No faltan moralinas que intentan imponer juicios últimos sobre la situación de México y hasta se permiten el lujo lastimero de los juicios moralizantes absolutos, como los que nos están recetando a propósito de los movimientos populares que se resisten a la cultura comercial, a la santurronería del dinero y a la moralización bobalicona de la política sucia, ni los simplismos conceptuales con los que quieren lograr la asimilación del pueblo. Y dicen que intentan diálogos y acciones sociales y supuestamente conciliadoras que el pueblo no acepta.
Eso es lo que está pasando de manera clara en Oaxaca y con los diálogos de conciliación, sobre todo cuando se tiende la mano por arriba y se patea por debajo y a mansalva. El gobierno se regala en bandeja una buena conciencia mientras deja que sigan corriendo la injusticia y la arbitrariedad, mientras el pueblo sigue tejiendo su historia de luchas y de pruebas, de injusticias y de burlas. Si apreciamos la distancia entre lo que este gobierno ha dicho, lo que ha hecho y lo que queda por hacer en favor de la mayoría pobre y desheredada de este país, nos daremos cuenta del fracaso de la economía neoliberal que el gobierno panista de Calderón está decidido a continuar. En consecuencia, seguirán las luchas y también los sufrimientos, si no las represiones, del pueblo, no pobre, sino descaradamente empobrecido.
Derecha política
WIKIPEDIA
La derecha política es un concepto que se refiere sin demasiada precisión al segmento del espectro político asociado a posiciones conservadoras, liberales, religiosas o bien simplemente opuestas a la izquierda política. Engloba por tanto a corrientes ideológicas muy diversas cuya separación puede ser tajante, dependiendo de que consideren prioritaria la defensa de la libertad individual (liberalismo) o de que ante todo busquen el mantenimiento del orden social establecido (tradicionalismo, conservadurismo). En oposición a la izquierda política, enfatiza el libre mercado por encima del igualitarismo y busca potenciar valores y derechos individuales, frente a posiciones colectivistas o estatalistas.
El término tiene su origen en el lugar donde se sentaban en el parlamento francés surgido tras la Revolución Francesa en el que los monárquicos, los conservadores de la época que apoyaban el Antiguo Régimen, se sentaban siempre en el lado derecho y los republicanos en el izquierdo. Esta definición es obviamente obsoleta, el significado se refiere ahora al espectro ideológico.
La derecha más moderada se suele calificar como centro-derecha, mientras que la derecha más extremista se califica como ultraderecha o extrema derecha.
CONSERVADURISMO
Conservador, dentro de un contexto político, se considera a aquellas opiniones de centro-derecha y derecha. Los conservadores son especialmente favorables a la continuidad en las formas de vida colectiva y adversas a los cambios bruscos o radicales. Cuando los cambios que pretenden aspiran al regreso a una situación política o social menos evolucionada se les suele llamar involucionistas. En lo social, los conservadores defienden los valores tradicionales como la familia tradicional, las creencias religiosas. Para ellos los valores morales basados en la religión suelen ser muy importantes y aspiran a que se reflejen sus creencias en las leyes. Muchos conservadores son nacionalistas o religiosos de una creencia en particular. En lo económico, tienden a ser liberales siendo la libertad económica y financiera, y la fiscalidad reducida los baluartes de la política económica conservadora.
La derecha política es un concepto que se refiere sin demasiada precisión al segmento del espectro político asociado a posiciones conservadoras, liberales, religiosas o bien simplemente opuestas a la izquierda política. Engloba por tanto a corrientes ideológicas muy diversas cuya separación puede ser tajante, dependiendo de que consideren prioritaria la defensa de la libertad individual (liberalismo) o de que ante todo busquen el mantenimiento del orden social establecido (tradicionalismo, conservadurismo). En oposición a la izquierda política, enfatiza el libre mercado por encima del igualitarismo y busca potenciar valores y derechos individuales, frente a posiciones colectivistas o estatalistas.
El término tiene su origen en el lugar donde se sentaban en el parlamento francés surgido tras la Revolución Francesa en el que los monárquicos, los conservadores de la época que apoyaban el Antiguo Régimen, se sentaban siempre en el lado derecho y los republicanos en el izquierdo. Esta definición es obviamente obsoleta, el significado se refiere ahora al espectro ideológico.
La derecha más moderada se suele calificar como centro-derecha, mientras que la derecha más extremista se califica como ultraderecha o extrema derecha.
CONSERVADURISMO
Conservador, dentro de un contexto político, se considera a aquellas opiniones de centro-derecha y derecha. Los conservadores son especialmente favorables a la continuidad en las formas de vida colectiva y adversas a los cambios bruscos o radicales. Cuando los cambios que pretenden aspiran al regreso a una situación política o social menos evolucionada se les suele llamar involucionistas. En lo social, los conservadores defienden los valores tradicionales como la familia tradicional, las creencias religiosas. Para ellos los valores morales basados en la religión suelen ser muy importantes y aspiran a que se reflejen sus creencias en las leyes. Muchos conservadores son nacionalistas o religiosos de una creencia en particular. En lo económico, tienden a ser liberales siendo la libertad económica y financiera, y la fiscalidad reducida los baluartes de la política económica conservadora.
El asalto
Álvaro Delgado
Proceso
El Yunque, cancerbero del poder, es el título del libro escrito por Luis del Sagrado Corazón de Jesús Paredes Moctezuma, fundador de DHIAC y expresidente del Frente Universitario Anticomunista (FUA) de Puebla, el primer grupo de choque de esa organización secreta de extrema derecha que, durante medio siglo, ha empleado numerosas fachadas para avanzar políticamente hasta incrustarse en la administración pública y conseguir el control del PAN. En proceso de edición, la obra de quien fue también presidente de la Canaco y, hasta el año pasado, alcalde de Puebla, está dedicada “a los indómitos” de El Yunque –entre los que se incluye él mismo, luego de más de tres décadas de militancia– y describe algunos momentos cruciales de “la Organización” en su ascenso por los peldaños del poder. Con autorización del autor, Proceso adelanta algunos fragmentos de ese testimonio.
11.- Iniciado en la Organización
A principios de diciembre del 68 fui formalmente iniciado en la Organización. Entonces ya no era invitado a las acciones, sino que estaba sujeto a una disciplina y a una jerarquía a la que había jurado obedecer. Se me indicaba dónde, a qué hora y cómo presentarme. Tenía yo un jefe y estaba integrado a un grupo.
Tenía que asistir a mi junta semanal, a entrenamientos, a pláticas de formación ideológica. Debía leer libros, periódicos y revistas, pasar un reporte de información diario sobre toda actividad sospechosa o bien dar seguimiento a alguna persona o grupo, prospectar y afiliar a nuevos militantes, pagar mis cuotas y periódicamente asistir a cursos o a campamentos de varios días. En éstos se nos impartían diversas materias y se nos adiestraba en el combate.
Esto para mí era apasionante. Estaba yo en mi elemento en el momento preciso en que mi patria lo requería. Daría con mis compañeros y hermanos de lucha la más decidida batalla a los enemigos de Dios y de la patria.
Muy pronto me destaqué tanto en el terreno de la acción directa como en la oratoria; esto me daba liderazgo, de manera que resultó del todo lógico que fuera yo “jefe de grupo”. (…) Mi carrera en la política universitaria había iniciado, y mi ascendiente sobre las jerarquías de la Organización crecía.
Militar en la Organización daba fuerza, sentido y coherencia a mi acción política. Muchas cosas que había leído durante años fueron cuadrando en mis investigaciones, análisis y conjeturas. Era asiduo asistente a cursos y pláticas que se impartían en Puebla, pero dado que mi aspecto no se apegaba a lo señalado por el “estilo orgánico” y dado que mis jefes me decían que para ir debía cortarme el cabello y rasurarme la barba, o que si no, los responsables de la disciplina en el curso me los cortarían, me había abstenido de acudir a los cursos nacionales, que desde luego eran los de mayor nivel. Sin embargo, a fines del año 1970 acudí por primera vez a un curso nacional.
20.- Capacitación y adiestramiento
Resultó extraordinario. Tanto por el nivel de los conferencistas como por el ambiente que se vivía. Se abordaron, entre otros temas, la eterna lucha entre el bien y el mal; historia de México en sus diversas etapas; historia universal; Masonería; Judaísmo; Marxismo-Leninismo; Doctrina Social Cristiana. En el cuerpo doctrinario se destacaba que era el Judaísmo el eje y motor de una “gran conspiración mundial”, que el Pueblo Judío asesinó a Cristo y que desde entonces había hecho cabeza de cuantos movimientos se proponían la destrucción de la cristiandad y el sometimiento de la humanidad a un “gobierno mundial” controlado por el Sionismo. Se explicaba cómo desde los romanos y hasta los tiempos recientes diversos Estados habían tenido que combatirles, y se nos proporcionaba una vasta lista de libros que abordaban profusamente el tema.
A partir de estos fundamentos, que eran expuestos brillantemente, se debatía en pequeños grupos y luego, en sesión plenaria, se pasaba al análisis de la situación mundial y, más a fondo, de la política nacional a partir de un panorama general; luego, a un análisis de los actores, el gobierno y sus satélites, la izquierda y sus tribus, los Tecos, la Iglesia y los grupos confesionales, el Ejército, los grupos empresariales, para después conocer, hasta donde fuera prudente que conociéramos, las estrategias de la Organización.
Se aderezaba con una recia disciplina, deportes casi extremos, sobre todo en artes marciales y ejercicios militares, manejo de armas y un simulacro nocturno del que desde luego no estábamos prevenidos. Se dio la alarma informándonos que habíamos sido descubiertos –todos nos sabíamos en la clandestina lucha contra el sistema–, se nos instruyó para evacuar de inmediato el lugar según los ejercicios de seguridad que habíamos efectuado. Como todo ahí se realizaba por comandos, cada quien asumía su función: unos armados a las posiciones clave, otros a los documentos que no debían caer en manos del enemigo, otros más a auxiliar a los minusválidos, y todos en orden a perderse en el campo en pocos minutos. Poco después se nos dijo que era un simulacro y se nos ordenó regresar. Estábamos sorprendidos por lo que éramos capaces de realizar.
Adicional a lo intelectual y a lo físico, se atendía a lo espiritual. Diario, de madrugada, se celebraba misa, se proporcionaba por parte de un sacerdote dirección espiritual a quien lo solicitara. Por las tardes se rezaba el rosario; el viernes, el vía crucis, y con la parafernalia de El Yunque se celebraba una ceremonia de apertura, una intermedia y otra más de clausura en la que se otorgaban reconocimientos con diversos temas. Ese año me otorgaron el “Premio Nacional de Ideología”.
El método pedagógico resultaba excepcionalmente eficaz, pues salíamos no sólo capacitados y adiestrados, sino profundamente motivados. No nos cabía la menor duda de que la lucha era algo primordial en nuestra vida y que la reserva y disciplina eran indispensables para el éxito. La jerarquía era fundamental para la lucha organizada. La principal estrategia de la Organización… es la Organización misma, y la Organización para su gobierno interno es jerárquico-consultiva, esto es, hay un jefe que tiene la última palabra, él consulta antes de tomar una decisión, pero una vez que se decide, la disciplina impera. Así retornábamos a las luchas cotidianas.
En 1975 se definiría la sucesión del presidente Echeverría. Había gran inquietud sobre quién era el “tapado” y si mantendría la funesta línea del régimen que transcurría. Conocí y escuché a don Daniel Cosió Villegas el día que destaparon a José López Portillo. Lo llevó a Puebla un inquieto empresario textil a quien conocí y traté desde las luchas universitarias. Él me invitó al evento y, posteriormente, a cenar con ellos. Años más adelante, mi anfitrión sería candidato del PAN a la alcaldía de Puebla y daría otra dimensión a la lucha electoral.
39.- La Organización se hace presente
Los jefes de la Organización decidieron que era imperioso dar una señal de fuerza en ese momento, cuando el poder del presidente declinaba. A mediados de agosto (de 1975) se celebró un gran encuentro al que concurrimos todos los grupos juveniles que manejaba la Organización en todo el país. Yo era en ese momento el presidente del FUA.
El “Pacto de los Remedios”, como se le conoció, dado que tuvo lugar en el Parque Nacional de los Remedios, se celebró para efectos mediáticos muy cerca de la capital de la República, por las Torres de Satélite. El lugar fue muy bien elegido: un claro en el bosque a muy razonable distancia de la carretera. Fue un fin de semana.
Nosotros íbamos desde Puebla en un nutrido convoy de autobuses. Al ir llegando al sitio, fuimos viendo una interminable fila de autobuses estacionados a la vera del camino. El espectáculo rebasaba toda previsión, y seguían llegando más contingentes.
Al bajar de los autobuses, cada responsable registraba al grupo a su cargo mientras se le entregaba a cada quien la silla que usaría durante el evento. La caminata sería probablemente de un kilómetro bajando una boscosa ladera. Cuando vimos desde lo alto el campamento quedamos pasmados. Había una inmensa carpa que haría las veces de auditorio, rodeada de cientos de tiendas de campaña montadas con el riguroso orden del campamento militar romano: la estructura organizacional era a base de decuriones y centuriones, o sea que un decurión encabezaba a un grupo de 10 y un centurión comandaba a 10 decuriones. Para que los movimientos se realizaran con agilidad, las centurias y decurias se identificaban, también en la lógica militar romana, por blasones montados sobre pértigas que indicaban el lugar al que debía concurrir cada quien.
Al iniciar el encuentro, el aspecto y la vitalidad del campamento eran impresionantes. Al toque de corneta, todo mundo se formó en torno a un enorme tronco habilitado como asta y se rindieron honores a nuestra bandera. Después, ya en el auditorio, se presentó a los representantes de los grupos que firmarían el “pacto”. MURO, FUA, Juventud Nueva, Pumas y muchos grupos más de todo el país. Éramos unos 10 mil asistentes, todos varones.
Los oradores habíamos sido instruidos sobre lo que a cada quien correspondía decir para enviar los mensajes adecuados a los diferentes destinatarios, pero el mensaje central era que había una organización capaz de movilizar a miles de personas en todo el país si fuera necesario luchar. Era el momento de recordarle a la familia revolucionaria que tenía límites que no podía sobrepasar, que una nueva Cristiada seguía siendo posible.
Por la tarde del sábado se llevó al sitio a los reporteros de los diferentes medios nacionales; desde luego, estaban aún más asombrados que nosotros por lo que estaban presenciando. Para ese momento el campamento, presidido por la gran bandera, dejaba ondear multitud de banderas más pequeñas que se mezclaban con los estandartes de las diferentes agrupaciones que asistían y con los blasones del evento. Sintieron el ambiente, la disciplina, la capacidad de movilización; lo que estaba ahí reunido era un ejército que había surgido de la nada.
El efecto mediático fue sensacional. El periódico de derecha El Heraldo de México publicó en su primera plana una enorme e impresionante fotografía del campamento. Habíamos logrado el objetivo. El domingo al mediodía, en un anfiteatro junto al Templo de los Remedios, al lado de una enorme estatua del Arcángel San Miguel, el obispo de Tlalnepantla celebró una misa para nosotros. Todos regresábamos a nuestras ciudades con el ánimo inflamado y más dispuestos que nunca a luchar por nuestra patria.
El éxito del evento proyectó a la Organización y pudo lograr alianzas con grupos poderosos; se iba teniendo otra dimensión y mucho mayor influencia. Con todo lo bueno que esto era, no dejó de representar un grave peligro para algunos de sus miembros. Nuestro Jefe General sufrió un atentado al que sobrevivió milagrosamente. Después de eso se desterró por unos años. Cuando regresó, fue proditoriamente asesinado un 24 de diciembre. No fue el único asesinato que sufrió la Organización.
45.- DHIAC, Ancifem y la conquista del PAN
La Organización requería de nuevos y diferentes instrumentos para la lucha política que, como hemos dicho antes, se salía del histórico contexto religioso y se perfilaba a lo económico y social. Un grupo de profesionistas jóvenes que trabajábamos de manera independiente fuimos los encargados de dar vida a DHIAC (Desarrollo Humano Integral, Asociación Civil). Se optó por ese nombre porque se disponía ya de las actas constitutivas de la asociación desde tiempo atrás y se juzgaba en el momento que eso era importante.
A finales de noviembre realizamos el primer congreso nacional de DHIAC en el hotel María Isabel de la Ciudad de México. Fui el orador que representó a Puebla. Al finalizar el evento, los organizadores tuvimos que cooperar para solventar el déficit en las cuentas.
Teníamos un objetivo muy claro: influir a la brevedad posible en las decisiones que se tomaran en el PAN. Paralelamente, penetrarlo para irlo controlando poco a poco. Sería un instrumento fundamental para las batallas que estábamos preparando. Empezaba el año 1983, el de la insurrección electoral por la derecha, era un momento a modo para la Organización (...)
(...) Simultáneamente, se desarrollaba la Ancifem (Asociación Nacional Cívica Femenina) que, centrando su discurso en torno a la familia, fue adquiriendo una sorprendente influencia política al agrupar y orientar a muchas brillantes mujeres de clase media y a las esposas de prominentes empresarios que pronto se proyectaron con una fuerza extraordinaria. Alguna de mis amigas de entonces ha llegado a ser secretaria de Estado en el gobierno del presidente Fox.
Corolario
La Organización debutó ante los actores y analistas políticos con el “Pacto de los Remedios”, mostró presencia en todo el país, capacidad de movilización, disciplina, preparación y espíritu de lucha. A partir de este evento se realizaron las primeras alianzas importantes con poderosos grupos de interés y se comenzó a disponer de mayores recursos para la acción. El sistema actuó en consecuencia. Asesinaron a nuestro jefe y a otros compañeros. Esto no era un juego.
Poco a poco se fue atrayendo a los líderes más inquietos de los círculos más influyentes en el país. La influencia creció exponencialmente. Todo lo que se decía de la Organización favorecía la capacidad de negociación y atraía a los más diligentes. El perfil del militante en los organismos empresariales no era el de los más ricos y poderosos, sino el de los más preparados y valientes. En lo empresarial quedó claro que la estrategia de la Organización sería tomar los que ya existían: Coparmex, Concanaco, Canacintra, CCE, etcétera, y que para ello era fundamental potenciar aquello que era su razón de ser… cumplir mediante liderazgos coherentes con el cometido que sus miembros y la comunidad naturalmente le exigían.
Todo lo que se hacía o decía desde estos foros era repercutido por los periodistas orgánicos, que poco a poco se fueron colocando y ascendiendo en diferentes medios. La inteligencia mexicana comenzaba a recibir mensajes coherentes de un emisor sólido. A pesar de la censura, muchos se difundieron y numerosos simpatizantes independientes se sumaron a estas corrientes de opinión. Desde los cuerpos intermedios se estaba gestando el poder para llegar al Poder.
Mientras que en lo político era evidente que se requería de organismos a modo para influir en el corto plazo y desde ahí penetrar paulatinamente al Partido Acción Nacional, se fundaron DHIAC y Ancifem. A través de éstos nos relacionamos con otros movimientos a nivel internacional y tuvimos interlocución con otros actores locales y nacionales. Fueron instrumentos fundamentales para lograr la candidatura a la Presidencia de la República para Maquío. Fue el paso decisivo para que miembros de la Organización fueran accediendo al Comité Ejecutivo Nacional y otros órganos directivos del partido…
Proceso
El Yunque, cancerbero del poder, es el título del libro escrito por Luis del Sagrado Corazón de Jesús Paredes Moctezuma, fundador de DHIAC y expresidente del Frente Universitario Anticomunista (FUA) de Puebla, el primer grupo de choque de esa organización secreta de extrema derecha que, durante medio siglo, ha empleado numerosas fachadas para avanzar políticamente hasta incrustarse en la administración pública y conseguir el control del PAN. En proceso de edición, la obra de quien fue también presidente de la Canaco y, hasta el año pasado, alcalde de Puebla, está dedicada “a los indómitos” de El Yunque –entre los que se incluye él mismo, luego de más de tres décadas de militancia– y describe algunos momentos cruciales de “la Organización” en su ascenso por los peldaños del poder. Con autorización del autor, Proceso adelanta algunos fragmentos de ese testimonio.
11.- Iniciado en la Organización
A principios de diciembre del 68 fui formalmente iniciado en la Organización. Entonces ya no era invitado a las acciones, sino que estaba sujeto a una disciplina y a una jerarquía a la que había jurado obedecer. Se me indicaba dónde, a qué hora y cómo presentarme. Tenía yo un jefe y estaba integrado a un grupo.
Tenía que asistir a mi junta semanal, a entrenamientos, a pláticas de formación ideológica. Debía leer libros, periódicos y revistas, pasar un reporte de información diario sobre toda actividad sospechosa o bien dar seguimiento a alguna persona o grupo, prospectar y afiliar a nuevos militantes, pagar mis cuotas y periódicamente asistir a cursos o a campamentos de varios días. En éstos se nos impartían diversas materias y se nos adiestraba en el combate.
Esto para mí era apasionante. Estaba yo en mi elemento en el momento preciso en que mi patria lo requería. Daría con mis compañeros y hermanos de lucha la más decidida batalla a los enemigos de Dios y de la patria.
Muy pronto me destaqué tanto en el terreno de la acción directa como en la oratoria; esto me daba liderazgo, de manera que resultó del todo lógico que fuera yo “jefe de grupo”. (…) Mi carrera en la política universitaria había iniciado, y mi ascendiente sobre las jerarquías de la Organización crecía.
Militar en la Organización daba fuerza, sentido y coherencia a mi acción política. Muchas cosas que había leído durante años fueron cuadrando en mis investigaciones, análisis y conjeturas. Era asiduo asistente a cursos y pláticas que se impartían en Puebla, pero dado que mi aspecto no se apegaba a lo señalado por el “estilo orgánico” y dado que mis jefes me decían que para ir debía cortarme el cabello y rasurarme la barba, o que si no, los responsables de la disciplina en el curso me los cortarían, me había abstenido de acudir a los cursos nacionales, que desde luego eran los de mayor nivel. Sin embargo, a fines del año 1970 acudí por primera vez a un curso nacional.
20.- Capacitación y adiestramiento
Resultó extraordinario. Tanto por el nivel de los conferencistas como por el ambiente que se vivía. Se abordaron, entre otros temas, la eterna lucha entre el bien y el mal; historia de México en sus diversas etapas; historia universal; Masonería; Judaísmo; Marxismo-Leninismo; Doctrina Social Cristiana. En el cuerpo doctrinario se destacaba que era el Judaísmo el eje y motor de una “gran conspiración mundial”, que el Pueblo Judío asesinó a Cristo y que desde entonces había hecho cabeza de cuantos movimientos se proponían la destrucción de la cristiandad y el sometimiento de la humanidad a un “gobierno mundial” controlado por el Sionismo. Se explicaba cómo desde los romanos y hasta los tiempos recientes diversos Estados habían tenido que combatirles, y se nos proporcionaba una vasta lista de libros que abordaban profusamente el tema.
A partir de estos fundamentos, que eran expuestos brillantemente, se debatía en pequeños grupos y luego, en sesión plenaria, se pasaba al análisis de la situación mundial y, más a fondo, de la política nacional a partir de un panorama general; luego, a un análisis de los actores, el gobierno y sus satélites, la izquierda y sus tribus, los Tecos, la Iglesia y los grupos confesionales, el Ejército, los grupos empresariales, para después conocer, hasta donde fuera prudente que conociéramos, las estrategias de la Organización.
Se aderezaba con una recia disciplina, deportes casi extremos, sobre todo en artes marciales y ejercicios militares, manejo de armas y un simulacro nocturno del que desde luego no estábamos prevenidos. Se dio la alarma informándonos que habíamos sido descubiertos –todos nos sabíamos en la clandestina lucha contra el sistema–, se nos instruyó para evacuar de inmediato el lugar según los ejercicios de seguridad que habíamos efectuado. Como todo ahí se realizaba por comandos, cada quien asumía su función: unos armados a las posiciones clave, otros a los documentos que no debían caer en manos del enemigo, otros más a auxiliar a los minusválidos, y todos en orden a perderse en el campo en pocos minutos. Poco después se nos dijo que era un simulacro y se nos ordenó regresar. Estábamos sorprendidos por lo que éramos capaces de realizar.
Adicional a lo intelectual y a lo físico, se atendía a lo espiritual. Diario, de madrugada, se celebraba misa, se proporcionaba por parte de un sacerdote dirección espiritual a quien lo solicitara. Por las tardes se rezaba el rosario; el viernes, el vía crucis, y con la parafernalia de El Yunque se celebraba una ceremonia de apertura, una intermedia y otra más de clausura en la que se otorgaban reconocimientos con diversos temas. Ese año me otorgaron el “Premio Nacional de Ideología”.
El método pedagógico resultaba excepcionalmente eficaz, pues salíamos no sólo capacitados y adiestrados, sino profundamente motivados. No nos cabía la menor duda de que la lucha era algo primordial en nuestra vida y que la reserva y disciplina eran indispensables para el éxito. La jerarquía era fundamental para la lucha organizada. La principal estrategia de la Organización… es la Organización misma, y la Organización para su gobierno interno es jerárquico-consultiva, esto es, hay un jefe que tiene la última palabra, él consulta antes de tomar una decisión, pero una vez que se decide, la disciplina impera. Así retornábamos a las luchas cotidianas.
En 1975 se definiría la sucesión del presidente Echeverría. Había gran inquietud sobre quién era el “tapado” y si mantendría la funesta línea del régimen que transcurría. Conocí y escuché a don Daniel Cosió Villegas el día que destaparon a José López Portillo. Lo llevó a Puebla un inquieto empresario textil a quien conocí y traté desde las luchas universitarias. Él me invitó al evento y, posteriormente, a cenar con ellos. Años más adelante, mi anfitrión sería candidato del PAN a la alcaldía de Puebla y daría otra dimensión a la lucha electoral.
39.- La Organización se hace presente
Los jefes de la Organización decidieron que era imperioso dar una señal de fuerza en ese momento, cuando el poder del presidente declinaba. A mediados de agosto (de 1975) se celebró un gran encuentro al que concurrimos todos los grupos juveniles que manejaba la Organización en todo el país. Yo era en ese momento el presidente del FUA.
El “Pacto de los Remedios”, como se le conoció, dado que tuvo lugar en el Parque Nacional de los Remedios, se celebró para efectos mediáticos muy cerca de la capital de la República, por las Torres de Satélite. El lugar fue muy bien elegido: un claro en el bosque a muy razonable distancia de la carretera. Fue un fin de semana.
Nosotros íbamos desde Puebla en un nutrido convoy de autobuses. Al ir llegando al sitio, fuimos viendo una interminable fila de autobuses estacionados a la vera del camino. El espectáculo rebasaba toda previsión, y seguían llegando más contingentes.
Al bajar de los autobuses, cada responsable registraba al grupo a su cargo mientras se le entregaba a cada quien la silla que usaría durante el evento. La caminata sería probablemente de un kilómetro bajando una boscosa ladera. Cuando vimos desde lo alto el campamento quedamos pasmados. Había una inmensa carpa que haría las veces de auditorio, rodeada de cientos de tiendas de campaña montadas con el riguroso orden del campamento militar romano: la estructura organizacional era a base de decuriones y centuriones, o sea que un decurión encabezaba a un grupo de 10 y un centurión comandaba a 10 decuriones. Para que los movimientos se realizaran con agilidad, las centurias y decurias se identificaban, también en la lógica militar romana, por blasones montados sobre pértigas que indicaban el lugar al que debía concurrir cada quien.
Al iniciar el encuentro, el aspecto y la vitalidad del campamento eran impresionantes. Al toque de corneta, todo mundo se formó en torno a un enorme tronco habilitado como asta y se rindieron honores a nuestra bandera. Después, ya en el auditorio, se presentó a los representantes de los grupos que firmarían el “pacto”. MURO, FUA, Juventud Nueva, Pumas y muchos grupos más de todo el país. Éramos unos 10 mil asistentes, todos varones.
Los oradores habíamos sido instruidos sobre lo que a cada quien correspondía decir para enviar los mensajes adecuados a los diferentes destinatarios, pero el mensaje central era que había una organización capaz de movilizar a miles de personas en todo el país si fuera necesario luchar. Era el momento de recordarle a la familia revolucionaria que tenía límites que no podía sobrepasar, que una nueva Cristiada seguía siendo posible.
Por la tarde del sábado se llevó al sitio a los reporteros de los diferentes medios nacionales; desde luego, estaban aún más asombrados que nosotros por lo que estaban presenciando. Para ese momento el campamento, presidido por la gran bandera, dejaba ondear multitud de banderas más pequeñas que se mezclaban con los estandartes de las diferentes agrupaciones que asistían y con los blasones del evento. Sintieron el ambiente, la disciplina, la capacidad de movilización; lo que estaba ahí reunido era un ejército que había surgido de la nada.
El efecto mediático fue sensacional. El periódico de derecha El Heraldo de México publicó en su primera plana una enorme e impresionante fotografía del campamento. Habíamos logrado el objetivo. El domingo al mediodía, en un anfiteatro junto al Templo de los Remedios, al lado de una enorme estatua del Arcángel San Miguel, el obispo de Tlalnepantla celebró una misa para nosotros. Todos regresábamos a nuestras ciudades con el ánimo inflamado y más dispuestos que nunca a luchar por nuestra patria.
El éxito del evento proyectó a la Organización y pudo lograr alianzas con grupos poderosos; se iba teniendo otra dimensión y mucho mayor influencia. Con todo lo bueno que esto era, no dejó de representar un grave peligro para algunos de sus miembros. Nuestro Jefe General sufrió un atentado al que sobrevivió milagrosamente. Después de eso se desterró por unos años. Cuando regresó, fue proditoriamente asesinado un 24 de diciembre. No fue el único asesinato que sufrió la Organización.
45.- DHIAC, Ancifem y la conquista del PAN
La Organización requería de nuevos y diferentes instrumentos para la lucha política que, como hemos dicho antes, se salía del histórico contexto religioso y se perfilaba a lo económico y social. Un grupo de profesionistas jóvenes que trabajábamos de manera independiente fuimos los encargados de dar vida a DHIAC (Desarrollo Humano Integral, Asociación Civil). Se optó por ese nombre porque se disponía ya de las actas constitutivas de la asociación desde tiempo atrás y se juzgaba en el momento que eso era importante.
A finales de noviembre realizamos el primer congreso nacional de DHIAC en el hotel María Isabel de la Ciudad de México. Fui el orador que representó a Puebla. Al finalizar el evento, los organizadores tuvimos que cooperar para solventar el déficit en las cuentas.
Teníamos un objetivo muy claro: influir a la brevedad posible en las decisiones que se tomaran en el PAN. Paralelamente, penetrarlo para irlo controlando poco a poco. Sería un instrumento fundamental para las batallas que estábamos preparando. Empezaba el año 1983, el de la insurrección electoral por la derecha, era un momento a modo para la Organización (...)
(...) Simultáneamente, se desarrollaba la Ancifem (Asociación Nacional Cívica Femenina) que, centrando su discurso en torno a la familia, fue adquiriendo una sorprendente influencia política al agrupar y orientar a muchas brillantes mujeres de clase media y a las esposas de prominentes empresarios que pronto se proyectaron con una fuerza extraordinaria. Alguna de mis amigas de entonces ha llegado a ser secretaria de Estado en el gobierno del presidente Fox.
Corolario
La Organización debutó ante los actores y analistas políticos con el “Pacto de los Remedios”, mostró presencia en todo el país, capacidad de movilización, disciplina, preparación y espíritu de lucha. A partir de este evento se realizaron las primeras alianzas importantes con poderosos grupos de interés y se comenzó a disponer de mayores recursos para la acción. El sistema actuó en consecuencia. Asesinaron a nuestro jefe y a otros compañeros. Esto no era un juego.
Poco a poco se fue atrayendo a los líderes más inquietos de los círculos más influyentes en el país. La influencia creció exponencialmente. Todo lo que se decía de la Organización favorecía la capacidad de negociación y atraía a los más diligentes. El perfil del militante en los organismos empresariales no era el de los más ricos y poderosos, sino el de los más preparados y valientes. En lo empresarial quedó claro que la estrategia de la Organización sería tomar los que ya existían: Coparmex, Concanaco, Canacintra, CCE, etcétera, y que para ello era fundamental potenciar aquello que era su razón de ser… cumplir mediante liderazgos coherentes con el cometido que sus miembros y la comunidad naturalmente le exigían.
Todo lo que se hacía o decía desde estos foros era repercutido por los periodistas orgánicos, que poco a poco se fueron colocando y ascendiendo en diferentes medios. La inteligencia mexicana comenzaba a recibir mensajes coherentes de un emisor sólido. A pesar de la censura, muchos se difundieron y numerosos simpatizantes independientes se sumaron a estas corrientes de opinión. Desde los cuerpos intermedios se estaba gestando el poder para llegar al Poder.
Mientras que en lo político era evidente que se requería de organismos a modo para influir en el corto plazo y desde ahí penetrar paulatinamente al Partido Acción Nacional, se fundaron DHIAC y Ancifem. A través de éstos nos relacionamos con otros movimientos a nivel internacional y tuvimos interlocución con otros actores locales y nacionales. Fueron instrumentos fundamentales para lograr la candidatura a la Presidencia de la República para Maquío. Fue el paso decisivo para que miembros de la Organización fueran accediendo al Comité Ejecutivo Nacional y otros órganos directivos del partido…
El Yunque parte UNO
El Yunque parte DOS
La derecha en México
PRESENCIA SINDICAL
SUTUdeG STAUdeG
Rafael Santoyo Bernal, secretario de actas y acuerdos. Luis Felipe López Díaz, secretario suplente de actas y acuerdos.
Los últimos gobiernos en nuestro país han tendido hacia la derecha. Así lo
demuestran los acontecimientos de los recientes sexenios, que han impuesto el sistema político neoliberal y el plan globalizador.
El triunfo del Partido Acción Nacional en las elecciones de 2000, pero sobre todo la llegada de Vicente Fox Quezada a la presidencia, impulsado por el grupo “Amigos de Fox”, radicaliza e infiltra en el poder a la extrema derecha, que retoma las políticas neoliberales y globalizadoras ya antes emprendidas.
Los organismos de derecha crecen y se desarrollan fundamentalmente al cobijo silencioso de la iglesia católica, que sostiene actitudes conservadoras, en las que destacan dos elementos: su visión moralista y su tendencia a favorecer la economía capitalista de corte neoliberal.
A través de la historia la derecha ha tenido algunos cambios ideológicos, que van de la teología católica a una interpretación metafísica jacobina o a una aplicación de la denominada ciencia positiva impulsada por “Los científicos”, encabezados por Justo Sierra y Gabino Barreda, en el gobierno de Porfirio Díaz. La derecha mexicana ha contado con innumerables ideólogos. A finales del siglo XVII, el conde de la Cortina, Francisco Manuel Sánchez de Tagle. En nuestros días, Anacleto González Flores, Jesús Guisa Acevedo y Luis Pazos. Hoy la derecha mexicana plantea, en forma por demás insistente, introducir en la educación básica una formación religiosa, educación no laica en las escuelas públicas, la abstinencia sexual.
Además, interviene en los medios de información con programas de corte moral, presenta iniciativas de reformas al marco jurídico de las relaciones iglesia-Estado, en los que plantea una mayor participación política del clero católico en la toma de decisiones del gobierno.
Existen organizaciones de derecha de principios del siglo XX que aún hoy conservan las mismas siglas: Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), Unión Nacional de Padres de Familia y los Caballeros de Colón.
Las luchas tradicionales de estos grupos de derecha han buscado la implementación de una moral sexual tradicional, con base en el poder y la abstinencia como valores absolutos del comportamiento humano. Estos aspectos han derivado en luchas históricas contra los métodos anticonceptivos, la educación sexual, la difusión del condón, la prevención del sida y la despenalización del aborto.
SUTUdeG STAUdeG
Rafael Santoyo Bernal, secretario de actas y acuerdos. Luis Felipe López Díaz, secretario suplente de actas y acuerdos.
Los últimos gobiernos en nuestro país han tendido hacia la derecha. Así lo
demuestran los acontecimientos de los recientes sexenios, que han impuesto el sistema político neoliberal y el plan globalizador.
El triunfo del Partido Acción Nacional en las elecciones de 2000, pero sobre todo la llegada de Vicente Fox Quezada a la presidencia, impulsado por el grupo “Amigos de Fox”, radicaliza e infiltra en el poder a la extrema derecha, que retoma las políticas neoliberales y globalizadoras ya antes emprendidas.
Los organismos de derecha crecen y se desarrollan fundamentalmente al cobijo silencioso de la iglesia católica, que sostiene actitudes conservadoras, en las que destacan dos elementos: su visión moralista y su tendencia a favorecer la economía capitalista de corte neoliberal.
A través de la historia la derecha ha tenido algunos cambios ideológicos, que van de la teología católica a una interpretación metafísica jacobina o a una aplicación de la denominada ciencia positiva impulsada por “Los científicos”, encabezados por Justo Sierra y Gabino Barreda, en el gobierno de Porfirio Díaz. La derecha mexicana ha contado con innumerables ideólogos. A finales del siglo XVII, el conde de la Cortina, Francisco Manuel Sánchez de Tagle. En nuestros días, Anacleto González Flores, Jesús Guisa Acevedo y Luis Pazos. Hoy la derecha mexicana plantea, en forma por demás insistente, introducir en la educación básica una formación religiosa, educación no laica en las escuelas públicas, la abstinencia sexual.
Además, interviene en los medios de información con programas de corte moral, presenta iniciativas de reformas al marco jurídico de las relaciones iglesia-Estado, en los que plantea una mayor participación política del clero católico en la toma de decisiones del gobierno.
Existen organizaciones de derecha de principios del siglo XX que aún hoy conservan las mismas siglas: Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), Unión Nacional de Padres de Familia y los Caballeros de Colón.
Las luchas tradicionales de estos grupos de derecha han buscado la implementación de una moral sexual tradicional, con base en el poder y la abstinencia como valores absolutos del comportamiento humano. Estos aspectos han derivado en luchas históricas contra los métodos anticonceptivos, la educación sexual, la difusión del condón, la prevención del sida y la despenalización del aborto.
Resulta claro que la iglesia católica es la principal promotora de los grupos de derecha. Aunque la mayoría de los mexicanos profesan el catolicismo, viven una fe teórica, no llevada a la práctica. No en balde Nietszche dijo que el único verdadero cristiano había muerto en la cruz.
El escritor y politólogo Octavio Rodríguez Araujo, sentencia que las agrupaciones de derecha que actualmente conocemos, incluido el Yunque, son hijas de su época, con las preocupaciones propias de su momento y que en los años veinte y treinta vivieron el movimiento cristero, apoyado por los Caballeros de Colón y la Asociación Nacional Católica de Padres de Familia (ANCPF).
A finales de los años treinta los cristeros sobrevivientes formaron la Unión Nacional Sinarquista, instancia de la derecha oficial infiltrada en el Partido Acción Nacional. Entre los años cuarenta y cincuenta aparece el Partido Demócrata Mexicano, conocido como el del Gallito.El escritor y politólogo Octavio Rodríguez Araujo, sentencia que las agrupaciones de derecha que actualmente conocemos, incluido el Yunque, son hijas de su época, con las preocupaciones propias de su momento y que en los años veinte y treinta vivieron el movimiento cristero, apoyado por los Caballeros de Colón y la Asociación Nacional Católica de Padres de Familia (ANCPF).
En la iglesia nace el Opus Dei, que se fortalece de la Corporación de Estudiantes Mexicanos (CEM), de tendencia jesuítica.
En los años sesenta, con el resurgimiento y aparente fortalecimiento de grupos
guerrilleros y organizaciones comunistas, la derecha mexicana coquetea y logra un noviazgo que no termina en matrimonio, con los gobiernos de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, con la finalidad de luchar juntos contra los grupos guerrilleros y las organizaciones comunistas.
La derecha mexicana, al saborear las mieles del poder político, acrecienta su soberbia, arrogancia e intolerancia, por lo que en este momento se debate en una lucha de intereses económicos, políticos e ideológicos.
En los años sesenta, con el resurgimiento y aparente fortalecimiento de grupos
guerrilleros y organizaciones comunistas, la derecha mexicana coquetea y logra un noviazgo que no termina en matrimonio, con los gobiernos de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, con la finalidad de luchar juntos contra los grupos guerrilleros y las organizaciones comunistas.
La derecha mexicana, al saborear las mieles del poder político, acrecienta su soberbia, arrogancia e intolerancia, por lo que en este momento se debate en una lucha de intereses económicos, políticos e ideológicos.
domingo, octubre 29, 2006
29 OCTUBRE 2006, "POR OAXACA"
La PFP ha cortado el suministro de energía a Radio Universidad en Oaxaca, para romper con el cerco informativo Haz click aqui para escuchar Radio BEMBA
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sábado, octubre 21, 2006
Educar para la democracia
Teresa González Luna Corvera
La educación para la democracia, gran desafío de todas las sociedades, trasciende las fronteras locales, nacionales e internacionales, y desdibuja asimismo las fronteras entre el aula y el mundo. El proceso educativo se prolonga fuera de la escuela con experiencias de aprendizaje cotidianas y estableciendo vínculos entre los contenidos escolares y la vida pedagógica de las personas.
La consolidación y el desarrollo de la democracia dependen no sólo del conocimiento de los valores democráticos, sino también y de manera decisiva del aprendizaje y puesta en práctica de los mismos. Inculcar a la vez el ideal y la práctica de la democracia, así como revertir el desafecto creciente de los ciudadanos por los asuntos públicos, representa un desafío tanto para el sistema político como para el sistema educativo nacional.
Si bien este tema demanda la concurrencia de diversas disciplinas y su exploración desde distintos ángulos o puntos de vista, dada su amplitud y complejidad comprende dimensiones generales que se constituyen en fértiles puntos de partida para tratar acerca de la educación para la democracia. Entre estos ejes analíticos que animan la reflexión se incluyen la perspectiva de género, la educación cívica y las políticas públicas.
La perspectiva de género en la educación
Educar para la democracia obliga a incluir la perspectiva de género en la educación y enfocar la mirada a las construcciones culturales, sociales e históricas que, sobre el dato biológico del sexo, determinan normativamente lo masculino y lo femenino; es decir, las representaciones simbólicas de la diferencia sexual que aluden a las diferencias sociales entre los sexos. Son las construcciones de género que condicionan la existencia de una valoración asimétrica para varones y mujeres en las relaciones de poder que entre ellos se establecen y dan lugar a mecanismos de subordinación y exclusión en perjuicio de la población femenina. Desde este enfoque es posible desentrañar la relación existente entre estas construcciones y el aprendizaje de los valores de la democracia por parte de las mujeres y los hombres durante sus experiencias educativas.
El proceso de socialización que tiene lugar en la escuela, cargado de poder de simbolización, está condicionado por el cruce de variables contextuales como son la pertenencia a un determinado grupo o clase social, raza y sexo, así como las condiciones geopolíticas y el ciclo de vida en que se encuentran los individuos. Si bien puede resultar más sencillo desenmascarar el mito de la igualdad en la educación cuando se hace referencia a otras variables, como la clase social, que al género de los individuos, se impone en la educación democrática la tarea de identificar y transformar las prácticas institucionales y las actitudes que generan y legitiman comportamientos discriminatorios por razones de pertenencia al sexo femenino o masculino; más aún cuando éstos se cristalizan en representaciones de la realidad social, en valoraciones y en la normatividad jurídica y social que regula la convivencia humana.
La constatación de la brecha existente entre la igualdad de derechos y las condiciones de hecho que obstaculizan la participación plena de las mujeres en la sociedad, da cuenta clara de la discriminación basada en el sexo de las personas. El sexismo expresa aquellas prácticas y actitudes que introducen la desigualdad y la jerarquización en el trato que reciben los individuos sobre la base de la diferenciación sexual.
Para explicar estas diferencias entre hombres y mujeres, que trascienden la realidad biológica y determinan sus funciones en la reproducción humana, el vocablo sexo resulta insuficiente. De ahí que la categoría de género surge en las ciencias sociales para dar cuenta del conjunto de símbolos, valores, representaciones y prácticas que cada cultura asocia con el hecho de ser hombre y mujer. Este concepto introduce una distinción entre el sexo biológico, con el cual nacemos, y el género, que culturalmente se nos asigna y adquirimos; es decir, nacemos hembra y varón (sexos biológicos), y la cultura nos transforma en mujer y hombre (géneros sociales).
Por su carácter mutilador, el sexismo comporta consecuencias negativas para todos los individuos, varones y mujeres, porque limita las expectativas de comportamiento social y de ciudadanía que existen para cada uno de ellos en un momento y lugar determinados. Sin embargo, es doblemente negativo para las mujeres, porque se devalúan sistemáticamente sus actitudes, comportamientos, juegos, aficiones y capacidades, lo que las lleva a interiorizar un lugar secundario y subordinado en la sociedad.
En México, al igual que en otros países del mundo, los mecanismos de exclusión y/o discriminación por razones de sexo en la educación ya no se sitúan en el acceso al sistema ni en su estructura formal, al menos en lo que toca a la cobertura de la educación básica que actualmente atiende de forma paritaria a niños y niñas Ahora, el debate sobre la igualdad de derechos y oportunidades en la educación se centra en la calidad y modalidades de la enseñanza, es decir, en el curriculum formal de los programas y en el curriculum implícito de las prácticas educativas.
Tanto los contenidos de la educación como la forma de transmitirlos, los cuales moldean la concepción que hombres y mujeres tienen de la realidad social, de sus normas de funcionamiento, de los valores y principios que organizan la convivencia humana, están permeados por el sistema de género. Este sistema, que norma, regula y jerarquiza las relaciones entre los sexos, determina la manera en que las personas se representan a sí mismas, el desarrollo de sus motivaciones y las expectativas que tienen sobre su vida futura, en las que se incluye la ciudadanía. Así, como afirma Steven G. Smith, la distinción de género se entromete en el proyecto democrático como una mancha oscura(1).
Desde este enfoque resulta pertinente identificar y analizar en el curriculum explícito y en el curriculum oculto el discurso de la igualdad que ha llevado en todos los niveles educativos, de manera especial en la educación básica, al desarrollo generalizado del modelo masculino, que supone para las mujeres una posición secundaria. No se trata de discutir las diferencias biológicas, sino la interpretación y el significado que culturalmente se ha dado a las mismas, particularmente en el terreno de la educación y en los procesos de socialización que ahí tienen lugar.
Introducir la perspectiva de género en el análisis y la transformación de las acciones educativas, además de remitir a la estructura formal de los sistemas educativos y a los programas formales, conduce necesariamente a identificar desigualdades sociales entre hombres y mujeres que se expresan y se mantienen en una variedad de aprendizajes que tienen lugar en las interacciones que se producen cotidianamente en el espacio escolar. Son múltiples y complejos los elementos, las situaciones y los procesos que configuran las prácticas educativas, susceptibles de dar cuenta de cómo actúa el sistema de género en ellos.
Integrar la categoría relacional de género en el análisis y la reflexión de las prácticas educativas significa también adentrarse en la dimensión ética de la educación, es decir, en el terreno del aprendizaje y la construcción de valores de una cultura democrática. Se impone, por un lado, revisar críticamente la fundamentación pedagógica y el funcionamiento de las instituciones educativas, para eliminar los sesgos sexistas que se filtran de diversas maneras en las dimensiones cognitivas, afectivas y actitudinales que conforman los procesos educativos, en cuyo desarrollo se juega el aprendizaje y la construcción de valores democráticos. De esta manera se podrá aportar al tránsito de la igualdad formal a la igualdad real de hombres y mujeres en nuestra sociedad y a los procesos de democratización social. Por otro lado, es menester investigar cómo la diferenciación sexual de los individuos y las desigualdades que conlleva intervienen en la conceptualización, el desarrollo y la práctica de cada uno de los valores, objetivos y finalidades de la educación para la democracia.
El sexismo en la educación es profundamente antidemocrático, tanto por lo que supone la discriminación de los individuos como por sus consecuencias en el conjunto de la sociedad. El predominio de los valores masculinos y el silencio y menosprecio de los femeninos crean un fuerte desequilibrio e iniquidad en el desarrollo de las sociedades. No basta con legislar cambios de conducta para lograr la igualdad; es necesario proceder desde la educación, toda vez que no es posible legislar cambios de actitud.
Eliminar el sexismo en la educación supone preparar el campo y aportar para transformaciones sociales y culturales profundas, puesto que implica la construcción de una democracia cotidiana vital, la apertura de los individuos hacia nuevas posibilidades y el cuestionamiento de las concepciones sobre todo lo social. Hombres y mujeres, niños y niñas, a través del aprendizaje podrán interiorizar nuevas maneras de percibir y de saber, construir nuevos valores y desarrollar una ciudadanía democrática.
La educación para la democracia debe comenzar con un franco reconocimiento de las realidades: la democracia no está funcionando bien en la mayoría de los países de América Latina, particularmente en México, y todavía no descansa sobre sólidos cimientos de elementos culturales, eficacia y compromisos políticos. El desafío se plantea en términos de reformar y reforzar las instituciones democráticas y cambiar la cultura subyacente.
Para lograr una democracia más profunda y eficaz se impone cambiar la cultura y educar a la población para que espere, exija y se movilice por un gobierno transparente, sistemas de justicias accesibles y creíbles, la protección real de los derechos humanos, la equidad social entre los géneros y el ejercicio pleno de la ciudadanía.
A decir de Larry Diamond(2), la educación cívica tiene tres tareas generales para cultivar la ciudadanía democrática: a) generar la demanda democrática, toda vez que es necesario el entendimiento de la democracia, con sus niveles y dimensiones, para su sostenimiento y mejora; b) desarrollar la capacidad de los ciudadanos de hacer que funcione la democracia, profundizarla y vigorizarla, y c) fomentar la gobernabilidad, para lo cual se requiere cuidar los valores, las normas y las prácticas que hacen a la democracia gobernable, apoyan a las autoridades democráticas y controlan la intensidad del conflicto político. Estas tres tareas se tensionan y refuerzan entre sí; juntas, generan los valores que caracterizan a la cultura democrática.
Corresponde a la educación cívica cultivar el conocimiento, los valores y las prácticas de la ciudadanía democrática, a través de la práctica (que es como mejor se aprende). El compromiso cívico es un hábito, una práctica, una serie de aptitudes y una forma de vida que se debe fomentar desde temprana edad. La democracia necesita capital social, densas redes de asociación, cooperación y participación activa en la vida social y política de la comunidad. Desarrollar este capital social en todos los niveles de la enseñanza es un objetivo clave de la educación cívica.
La base de la ciudadanía democrática es la igualdad política, y el Estado por sí mismo no la puede garantizar. Sólo los ciudadanos, mediante la tolerancia mutua de sus diferencias y su respeto a la humanidad fundamental, pueden generar una sociedad en la que todos los ciudadanos sean respetados. Hombres y mujeres tienen derecho a la ciudadanía democrática, la cual abraza a cada ciudadano como miembro igual de la comunidad política. La ciudadanía democrática no surge espontáneamente, sino que se construye.
La educación debe dar a cada persona la capacidad de participar activamente durante toda la vida en un proyecto de sociedad, de asumir su responsabilidad para con los demás de forma cotidiana. Desde su vida escolar, los niños y las niñas deben conocer sus derechos y obligaciones, desarrollar sus competencias sociales, trabajar en equipo, descubrir al otro(a) en contextos de igualdad y aceptar la diversidad. No se trata de una alfabetización política elemental, es decir, del aprendizaje del ejercicio de la función social con arreglo a códigos establecidos, sino de hacer de la escuela un modelo de práctica democrática que permita a los alumnos(as) entender, a partir de problemas concretos, sus derechos y deberes.
El objetivo básico de la educación democrática es el acceso político a todos los derechos políticos. Se trata de brindar los medios para el ejercicio de una ciudadanía consciente y activa, de transformar la diversidad en un factor de entendimiento, de ayudar a construir el sistema de pensamiento y de valores de cada individuo con apertura intelectual, para que tenga la capacidad de interpretar los hechos más importantes relacionados con su destino personal y colectivo. Asimismo, los programas de educación cívica deben propiciar prácticas educativas que conduzcan a los niños a tener en cuenta otros puntos de vista y a debatir sobre dilemas morales o sobre casos que exijan decisiones de carácter ético
La educación cívica no es neutra; por el contrario, plantea problemas de conciencia, por lo que supone el desarrollo de una capacidad crítica que permita un pensamiento libre y una acción autónoma. Resalta, aún más, el papel de la educación en el proceso de formación del juicio, que comprende la adhesión a unos valores, la adquisición de conocimientos y el aprendizaje de prácticas de participación en la vida pública.
La construcción del orden social implica una formación para la justicia, que es el núcleo de la educación moral de las conciencias; se trata de preparar a una ciudadanía activa en la que la responsabilidad de intervención y participación sustituya a la simple ciudadanía por delegación. La asimilación del sentido de la justicia abstracta (equidad, igualdad de oportunidades, libertad responsable, respeto a los demás, defensa a los más débiles, apreciación de la diferencia, entre otros) genera actitudes que predisponen a actuar de manera concreta en función de la justicia social y la defensa de los valores democráticos.
No se puede silenciar la desigualdad del hombre y la mujer en la educación. La finalidad de la educación democrática es el acceso político a todos los derechos políticos, mientras que el principio de equidad impone un esfuerzo particular para suprimir las desigualdades entre los sexos en materia de educación, puesto que constituyen la base de inferioridades duraderas que pesan sobre las mujeres toda su vida. Toca a la educación, en sus planos cognitivo, afectivo y práctico, inculcar a la vez el ideal y la práctica de la democracia. En este sentido, la educación para la democracia debe ser una educación para la política, que contrarreste el talante antipolítico prevaleciente en nuestras sociedades.
Incursionar en el terreno de la educación cívica desde la perspectiva de género significa incidir en una dimensión específica de la desigualdad social, que incluye la discusión sobre cuestiones como los derechos humanos, la toma de decisiones, la cultura política democrática y la participación en los asuntos públicos. Interesa especialmente el papel de la educación cívica, concepto amplio que abarca diversas denominaciones como educación ciudadana, moral o ética, y que se relaciona con la diversidad de contenidos (derechos humanos, educación política, habilidades ciudadanas, instrucción electoral, etc.) en la construcción de la ciudadanía de los hombres y las mujeres.
La educación, espacio de socialización especializado en el aprendizaje de las normas de convivencia social y códigos de comportamientos, es a la vez un espacio privilegiado para la construcción de la ciudadanía de los individuos y la producción de nuevos sentidos sobre lo que significa ser hombre y ser mujer en los distintos escenarios públicos y privados.
Políticas públicas: tomar decisiones en educación
Jacques Delors, quien presidió la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, sostiene que la educación tiene por función esencial el desarrollo continuo de las personas y las sociedades, como una de las vías más importantes, y que las políticas educativas son una estructuración privilegiada de las personas, las relaciones entre individuos, entre grupos y naciones(3).
La educación conlleva la toma de decisiones difíciles, sobre todo cuando se trata de equidad y calidad de los sistemas educativos. Las decisiones educativas interesan y afectan al conjunto de la sociedad, por lo que exigen la apertura a un debate democrático sobre los medios y fines de la educación.
Sin duda, la educación es un bien de carácter colectivo y corresponde al Estado regularla y crear un consenso nacional sobre ella, establecer una coherencia general y proponer una visión a largo plazo. No obstante, en tanto las opciones educativas son opciones de sociedad, se impone un debate público y la inclusión de propuestas y puntos de vista de la sociedad en las políticas educativas.
Es necesario introducir factores de dinamismo en los mecanismos de la gestión educativa e incluir a los distintos agentes sociales a la adopción de decisiones, no sólo considerando la dimensión técnica de la educación, sino desde la perspectiva política y de género.
Un desarrollo más equitativo y democrático del conjunto de la sociedad requiere la eliminación de los tratos discriminatorios contra cualquier grupo. En el caso de las mujeres, la mitad de la población, es una necesidad impostergable el diseño de políticas que tomen en cuenta las condicionantes culturales, económicas y sociopolíticas que, entretejidas por el género y objeto de aprendizaje social, favorecen la discriminación femenina.
Urge desarrollar políticas de igualdad de oportunidades y, sobre todo, impulsar una educación igualitaria. Para eliminar las desigualdades sociales entre los sexos se deben considerar los presupuestos culturales y sociales que han impedido la igualdad. De ahí que la perspectiva de género, como marco para explicar las razones y los orígenes culturales del problema de las mujeres y de las relaciones sociales entre los sexos, sea indispensable para desarrollar programas y soluciones normativas, jurídicas, educativas y comunicativas destinadas a subsanar las desigualdades existentes entre hombres y mujeres.
La perspectiva de género impacta a mujeres y a hombres y beneficia al conjunto de la sociedad, al establecer condiciones más equitativas para la participación en la vida social. Las políticas públicas tienen que ver con la participación, es decir, con la relación que la ciudadanía establece con el Estado. Al decir de Marta Lamas, dos elementos se deben articular para que un problema social se vuelva objetivo de las políticas públicas: es necesario que la situación sea reconocida como problema público que requiere atención gubernamental y que sea objeto de demanda de la sociedad. Ni la dimensión objetiva del problema ni su gravedad producen por sí mismas su resolución; son las insatisfacciones sociales y la movilización ciudadana que generan estos problemas las que obligan a elaborar propuestas de políticas públicas(4).
En todas las decisiones que se adopten en materia de educación debe predominar el principio de igualdad de oportunidades. La educación para la democracia requiere tanto de políticas públicas que la promuevan como de acciones afirmativas, a través de las cuales se instrumenten medidas especiales y temporales destinadas a proporcionar ventajas y oportunidades a favor de las mujeres para lograr el principio de igualdad en la realidad.
El debate actual acerca del papel de la educación en la construcción de los sujetos en las sociedades democráticas, además de insistir en la necesidad de de construir y reconstruir lo que sucede al interior de las prácticas educativas para explicarlas y transformarlas, señala el imperativo de diseñar y desarrollar políticas públicas que conduzcan a la equidad social entre los géneros.
La calidad de la democracia está íntimamente ligada a la calidad de la educación. En tanto el problema de la calidad y la igualdad de oportunidades ya no radica en el acceso y cobertura al sistema educativo, sino más bien en sus modos y prácticas que reproducen la desigualdad social que parte de la diferenciación sexual, es imprescindible volver la mirada a lo que ocurre al interior de las experiencias y prácticas educativas concretas, para analizar y transformar las modalidades de enseñanza, los contenidos y las prácticas; particularmente las que tienen que ver y se articulan con la educación cívica.
La práctica de la negociación y la concertación constituye en sí misma un factor de aprendizaje democrático en la gestión educativa y en la vida escolar. Habría que aprovechar esto en el diseño de las mismas políticas públicas educativas.
La educación para la democracia, gran desafío de todas las sociedades, trasciende las fronteras locales, nacionales e internacionales, y desdibuja asimismo las fronteras entre el aula y el mundo. El proceso educativo se prolonga fuera de la escuela con experiencias de aprendizaje cotidianas y estableciendo vínculos entre los contenidos escolares y la vida pedagógica de las personas.
La consolidación y el desarrollo de la democracia dependen no sólo del conocimiento de los valores democráticos, sino también y de manera decisiva del aprendizaje y puesta en práctica de los mismos. Inculcar a la vez el ideal y la práctica de la democracia, así como revertir el desafecto creciente de los ciudadanos por los asuntos públicos, representa un desafío tanto para el sistema político como para el sistema educativo nacional.
Si bien este tema demanda la concurrencia de diversas disciplinas y su exploración desde distintos ángulos o puntos de vista, dada su amplitud y complejidad comprende dimensiones generales que se constituyen en fértiles puntos de partida para tratar acerca de la educación para la democracia. Entre estos ejes analíticos que animan la reflexión se incluyen la perspectiva de género, la educación cívica y las políticas públicas.
La perspectiva de género en la educación
Educar para la democracia obliga a incluir la perspectiva de género en la educación y enfocar la mirada a las construcciones culturales, sociales e históricas que, sobre el dato biológico del sexo, determinan normativamente lo masculino y lo femenino; es decir, las representaciones simbólicas de la diferencia sexual que aluden a las diferencias sociales entre los sexos. Son las construcciones de género que condicionan la existencia de una valoración asimétrica para varones y mujeres en las relaciones de poder que entre ellos se establecen y dan lugar a mecanismos de subordinación y exclusión en perjuicio de la población femenina. Desde este enfoque es posible desentrañar la relación existente entre estas construcciones y el aprendizaje de los valores de la democracia por parte de las mujeres y los hombres durante sus experiencias educativas.
El proceso de socialización que tiene lugar en la escuela, cargado de poder de simbolización, está condicionado por el cruce de variables contextuales como son la pertenencia a un determinado grupo o clase social, raza y sexo, así como las condiciones geopolíticas y el ciclo de vida en que se encuentran los individuos. Si bien puede resultar más sencillo desenmascarar el mito de la igualdad en la educación cuando se hace referencia a otras variables, como la clase social, que al género de los individuos, se impone en la educación democrática la tarea de identificar y transformar las prácticas institucionales y las actitudes que generan y legitiman comportamientos discriminatorios por razones de pertenencia al sexo femenino o masculino; más aún cuando éstos se cristalizan en representaciones de la realidad social, en valoraciones y en la normatividad jurídica y social que regula la convivencia humana.
La constatación de la brecha existente entre la igualdad de derechos y las condiciones de hecho que obstaculizan la participación plena de las mujeres en la sociedad, da cuenta clara de la discriminación basada en el sexo de las personas. El sexismo expresa aquellas prácticas y actitudes que introducen la desigualdad y la jerarquización en el trato que reciben los individuos sobre la base de la diferenciación sexual.
Para explicar estas diferencias entre hombres y mujeres, que trascienden la realidad biológica y determinan sus funciones en la reproducción humana, el vocablo sexo resulta insuficiente. De ahí que la categoría de género surge en las ciencias sociales para dar cuenta del conjunto de símbolos, valores, representaciones y prácticas que cada cultura asocia con el hecho de ser hombre y mujer. Este concepto introduce una distinción entre el sexo biológico, con el cual nacemos, y el género, que culturalmente se nos asigna y adquirimos; es decir, nacemos hembra y varón (sexos biológicos), y la cultura nos transforma en mujer y hombre (géneros sociales).
Por su carácter mutilador, el sexismo comporta consecuencias negativas para todos los individuos, varones y mujeres, porque limita las expectativas de comportamiento social y de ciudadanía que existen para cada uno de ellos en un momento y lugar determinados. Sin embargo, es doblemente negativo para las mujeres, porque se devalúan sistemáticamente sus actitudes, comportamientos, juegos, aficiones y capacidades, lo que las lleva a interiorizar un lugar secundario y subordinado en la sociedad.
En México, al igual que en otros países del mundo, los mecanismos de exclusión y/o discriminación por razones de sexo en la educación ya no se sitúan en el acceso al sistema ni en su estructura formal, al menos en lo que toca a la cobertura de la educación básica que actualmente atiende de forma paritaria a niños y niñas Ahora, el debate sobre la igualdad de derechos y oportunidades en la educación se centra en la calidad y modalidades de la enseñanza, es decir, en el curriculum formal de los programas y en el curriculum implícito de las prácticas educativas.
Tanto los contenidos de la educación como la forma de transmitirlos, los cuales moldean la concepción que hombres y mujeres tienen de la realidad social, de sus normas de funcionamiento, de los valores y principios que organizan la convivencia humana, están permeados por el sistema de género. Este sistema, que norma, regula y jerarquiza las relaciones entre los sexos, determina la manera en que las personas se representan a sí mismas, el desarrollo de sus motivaciones y las expectativas que tienen sobre su vida futura, en las que se incluye la ciudadanía. Así, como afirma Steven G. Smith, la distinción de género se entromete en el proyecto democrático como una mancha oscura(1).
Desde este enfoque resulta pertinente identificar y analizar en el curriculum explícito y en el curriculum oculto el discurso de la igualdad que ha llevado en todos los niveles educativos, de manera especial en la educación básica, al desarrollo generalizado del modelo masculino, que supone para las mujeres una posición secundaria. No se trata de discutir las diferencias biológicas, sino la interpretación y el significado que culturalmente se ha dado a las mismas, particularmente en el terreno de la educación y en los procesos de socialización que ahí tienen lugar.
Introducir la perspectiva de género en el análisis y la transformación de las acciones educativas, además de remitir a la estructura formal de los sistemas educativos y a los programas formales, conduce necesariamente a identificar desigualdades sociales entre hombres y mujeres que se expresan y se mantienen en una variedad de aprendizajes que tienen lugar en las interacciones que se producen cotidianamente en el espacio escolar. Son múltiples y complejos los elementos, las situaciones y los procesos que configuran las prácticas educativas, susceptibles de dar cuenta de cómo actúa el sistema de género en ellos.
Integrar la categoría relacional de género en el análisis y la reflexión de las prácticas educativas significa también adentrarse en la dimensión ética de la educación, es decir, en el terreno del aprendizaje y la construcción de valores de una cultura democrática. Se impone, por un lado, revisar críticamente la fundamentación pedagógica y el funcionamiento de las instituciones educativas, para eliminar los sesgos sexistas que se filtran de diversas maneras en las dimensiones cognitivas, afectivas y actitudinales que conforman los procesos educativos, en cuyo desarrollo se juega el aprendizaje y la construcción de valores democráticos. De esta manera se podrá aportar al tránsito de la igualdad formal a la igualdad real de hombres y mujeres en nuestra sociedad y a los procesos de democratización social. Por otro lado, es menester investigar cómo la diferenciación sexual de los individuos y las desigualdades que conlleva intervienen en la conceptualización, el desarrollo y la práctica de cada uno de los valores, objetivos y finalidades de la educación para la democracia.
El sexismo en la educación es profundamente antidemocrático, tanto por lo que supone la discriminación de los individuos como por sus consecuencias en el conjunto de la sociedad. El predominio de los valores masculinos y el silencio y menosprecio de los femeninos crean un fuerte desequilibrio e iniquidad en el desarrollo de las sociedades. No basta con legislar cambios de conducta para lograr la igualdad; es necesario proceder desde la educación, toda vez que no es posible legislar cambios de actitud.
Eliminar el sexismo en la educación supone preparar el campo y aportar para transformaciones sociales y culturales profundas, puesto que implica la construcción de una democracia cotidiana vital, la apertura de los individuos hacia nuevas posibilidades y el cuestionamiento de las concepciones sobre todo lo social. Hombres y mujeres, niños y niñas, a través del aprendizaje podrán interiorizar nuevas maneras de percibir y de saber, construir nuevos valores y desarrollar una ciudadanía democrática.
La educación para la democracia debe comenzar con un franco reconocimiento de las realidades: la democracia no está funcionando bien en la mayoría de los países de América Latina, particularmente en México, y todavía no descansa sobre sólidos cimientos de elementos culturales, eficacia y compromisos políticos. El desafío se plantea en términos de reformar y reforzar las instituciones democráticas y cambiar la cultura subyacente.
Para lograr una democracia más profunda y eficaz se impone cambiar la cultura y educar a la población para que espere, exija y se movilice por un gobierno transparente, sistemas de justicias accesibles y creíbles, la protección real de los derechos humanos, la equidad social entre los géneros y el ejercicio pleno de la ciudadanía.
A decir de Larry Diamond(2), la educación cívica tiene tres tareas generales para cultivar la ciudadanía democrática: a) generar la demanda democrática, toda vez que es necesario el entendimiento de la democracia, con sus niveles y dimensiones, para su sostenimiento y mejora; b) desarrollar la capacidad de los ciudadanos de hacer que funcione la democracia, profundizarla y vigorizarla, y c) fomentar la gobernabilidad, para lo cual se requiere cuidar los valores, las normas y las prácticas que hacen a la democracia gobernable, apoyan a las autoridades democráticas y controlan la intensidad del conflicto político. Estas tres tareas se tensionan y refuerzan entre sí; juntas, generan los valores que caracterizan a la cultura democrática.
Corresponde a la educación cívica cultivar el conocimiento, los valores y las prácticas de la ciudadanía democrática, a través de la práctica (que es como mejor se aprende). El compromiso cívico es un hábito, una práctica, una serie de aptitudes y una forma de vida que se debe fomentar desde temprana edad. La democracia necesita capital social, densas redes de asociación, cooperación y participación activa en la vida social y política de la comunidad. Desarrollar este capital social en todos los niveles de la enseñanza es un objetivo clave de la educación cívica.
La base de la ciudadanía democrática es la igualdad política, y el Estado por sí mismo no la puede garantizar. Sólo los ciudadanos, mediante la tolerancia mutua de sus diferencias y su respeto a la humanidad fundamental, pueden generar una sociedad en la que todos los ciudadanos sean respetados. Hombres y mujeres tienen derecho a la ciudadanía democrática, la cual abraza a cada ciudadano como miembro igual de la comunidad política. La ciudadanía democrática no surge espontáneamente, sino que se construye.
La educación debe dar a cada persona la capacidad de participar activamente durante toda la vida en un proyecto de sociedad, de asumir su responsabilidad para con los demás de forma cotidiana. Desde su vida escolar, los niños y las niñas deben conocer sus derechos y obligaciones, desarrollar sus competencias sociales, trabajar en equipo, descubrir al otro(a) en contextos de igualdad y aceptar la diversidad. No se trata de una alfabetización política elemental, es decir, del aprendizaje del ejercicio de la función social con arreglo a códigos establecidos, sino de hacer de la escuela un modelo de práctica democrática que permita a los alumnos(as) entender, a partir de problemas concretos, sus derechos y deberes.
El objetivo básico de la educación democrática es el acceso político a todos los derechos políticos. Se trata de brindar los medios para el ejercicio de una ciudadanía consciente y activa, de transformar la diversidad en un factor de entendimiento, de ayudar a construir el sistema de pensamiento y de valores de cada individuo con apertura intelectual, para que tenga la capacidad de interpretar los hechos más importantes relacionados con su destino personal y colectivo. Asimismo, los programas de educación cívica deben propiciar prácticas educativas que conduzcan a los niños a tener en cuenta otros puntos de vista y a debatir sobre dilemas morales o sobre casos que exijan decisiones de carácter ético
La educación cívica no es neutra; por el contrario, plantea problemas de conciencia, por lo que supone el desarrollo de una capacidad crítica que permita un pensamiento libre y una acción autónoma. Resalta, aún más, el papel de la educación en el proceso de formación del juicio, que comprende la adhesión a unos valores, la adquisición de conocimientos y el aprendizaje de prácticas de participación en la vida pública.
La construcción del orden social implica una formación para la justicia, que es el núcleo de la educación moral de las conciencias; se trata de preparar a una ciudadanía activa en la que la responsabilidad de intervención y participación sustituya a la simple ciudadanía por delegación. La asimilación del sentido de la justicia abstracta (equidad, igualdad de oportunidades, libertad responsable, respeto a los demás, defensa a los más débiles, apreciación de la diferencia, entre otros) genera actitudes que predisponen a actuar de manera concreta en función de la justicia social y la defensa de los valores democráticos.
No se puede silenciar la desigualdad del hombre y la mujer en la educación. La finalidad de la educación democrática es el acceso político a todos los derechos políticos, mientras que el principio de equidad impone un esfuerzo particular para suprimir las desigualdades entre los sexos en materia de educación, puesto que constituyen la base de inferioridades duraderas que pesan sobre las mujeres toda su vida. Toca a la educación, en sus planos cognitivo, afectivo y práctico, inculcar a la vez el ideal y la práctica de la democracia. En este sentido, la educación para la democracia debe ser una educación para la política, que contrarreste el talante antipolítico prevaleciente en nuestras sociedades.
Incursionar en el terreno de la educación cívica desde la perspectiva de género significa incidir en una dimensión específica de la desigualdad social, que incluye la discusión sobre cuestiones como los derechos humanos, la toma de decisiones, la cultura política democrática y la participación en los asuntos públicos. Interesa especialmente el papel de la educación cívica, concepto amplio que abarca diversas denominaciones como educación ciudadana, moral o ética, y que se relaciona con la diversidad de contenidos (derechos humanos, educación política, habilidades ciudadanas, instrucción electoral, etc.) en la construcción de la ciudadanía de los hombres y las mujeres.
La educación, espacio de socialización especializado en el aprendizaje de las normas de convivencia social y códigos de comportamientos, es a la vez un espacio privilegiado para la construcción de la ciudadanía de los individuos y la producción de nuevos sentidos sobre lo que significa ser hombre y ser mujer en los distintos escenarios públicos y privados.
Políticas públicas: tomar decisiones en educación
Jacques Delors, quien presidió la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, sostiene que la educación tiene por función esencial el desarrollo continuo de las personas y las sociedades, como una de las vías más importantes, y que las políticas educativas son una estructuración privilegiada de las personas, las relaciones entre individuos, entre grupos y naciones(3).
La educación conlleva la toma de decisiones difíciles, sobre todo cuando se trata de equidad y calidad de los sistemas educativos. Las decisiones educativas interesan y afectan al conjunto de la sociedad, por lo que exigen la apertura a un debate democrático sobre los medios y fines de la educación.
Sin duda, la educación es un bien de carácter colectivo y corresponde al Estado regularla y crear un consenso nacional sobre ella, establecer una coherencia general y proponer una visión a largo plazo. No obstante, en tanto las opciones educativas son opciones de sociedad, se impone un debate público y la inclusión de propuestas y puntos de vista de la sociedad en las políticas educativas.
Es necesario introducir factores de dinamismo en los mecanismos de la gestión educativa e incluir a los distintos agentes sociales a la adopción de decisiones, no sólo considerando la dimensión técnica de la educación, sino desde la perspectiva política y de género.
Un desarrollo más equitativo y democrático del conjunto de la sociedad requiere la eliminación de los tratos discriminatorios contra cualquier grupo. En el caso de las mujeres, la mitad de la población, es una necesidad impostergable el diseño de políticas que tomen en cuenta las condicionantes culturales, económicas y sociopolíticas que, entretejidas por el género y objeto de aprendizaje social, favorecen la discriminación femenina.
Urge desarrollar políticas de igualdad de oportunidades y, sobre todo, impulsar una educación igualitaria. Para eliminar las desigualdades sociales entre los sexos se deben considerar los presupuestos culturales y sociales que han impedido la igualdad. De ahí que la perspectiva de género, como marco para explicar las razones y los orígenes culturales del problema de las mujeres y de las relaciones sociales entre los sexos, sea indispensable para desarrollar programas y soluciones normativas, jurídicas, educativas y comunicativas destinadas a subsanar las desigualdades existentes entre hombres y mujeres.
La perspectiva de género impacta a mujeres y a hombres y beneficia al conjunto de la sociedad, al establecer condiciones más equitativas para la participación en la vida social. Las políticas públicas tienen que ver con la participación, es decir, con la relación que la ciudadanía establece con el Estado. Al decir de Marta Lamas, dos elementos se deben articular para que un problema social se vuelva objetivo de las políticas públicas: es necesario que la situación sea reconocida como problema público que requiere atención gubernamental y que sea objeto de demanda de la sociedad. Ni la dimensión objetiva del problema ni su gravedad producen por sí mismas su resolución; son las insatisfacciones sociales y la movilización ciudadana que generan estos problemas las que obligan a elaborar propuestas de políticas públicas(4).
En todas las decisiones que se adopten en materia de educación debe predominar el principio de igualdad de oportunidades. La educación para la democracia requiere tanto de políticas públicas que la promuevan como de acciones afirmativas, a través de las cuales se instrumenten medidas especiales y temporales destinadas a proporcionar ventajas y oportunidades a favor de las mujeres para lograr el principio de igualdad en la realidad.
El debate actual acerca del papel de la educación en la construcción de los sujetos en las sociedades democráticas, además de insistir en la necesidad de de construir y reconstruir lo que sucede al interior de las prácticas educativas para explicarlas y transformarlas, señala el imperativo de diseñar y desarrollar políticas públicas que conduzcan a la equidad social entre los géneros.
La calidad de la democracia está íntimamente ligada a la calidad de la educación. En tanto el problema de la calidad y la igualdad de oportunidades ya no radica en el acceso y cobertura al sistema educativo, sino más bien en sus modos y prácticas que reproducen la desigualdad social que parte de la diferenciación sexual, es imprescindible volver la mirada a lo que ocurre al interior de las experiencias y prácticas educativas concretas, para analizar y transformar las modalidades de enseñanza, los contenidos y las prácticas; particularmente las que tienen que ver y se articulan con la educación cívica.
La práctica de la negociación y la concertación constituye en sí misma un factor de aprendizaje democrático en la gestión educativa y en la vida escolar. Habría que aprovechar esto en el diseño de las mismas políticas públicas educativas.
Wikipedia
La democracia es un régimen político en el que la soberanía reside en el pueblo y es ejercido por éste de manera directa o indirecta. La palabra democracia literalmente significa "gobierno del pueblo".
Más concretamente, la democracia es una forma de gobierno en la cual, en teoría, el poder para cambiar las leyes y las estructuras de gobierno, así como el poder de tomar todas las decisiones de gobierno reside en la ciudadanía, pues tanto el gobierno central como los seccionales son legitimados por la voluntad soberana, radicada en el pueblo, a través del voto. En un sistema así, las decisiones tanto legislativas como ejecutivas son tomadas por los propios ciudadanos (democracia directa)y/o por representantes escogidos mediante elecciones libres, que actúan representando los intereses de los ciudadanos (democracia representativa)
En la práctica, en la historia inicial de la democracia primó la componente directa (dado que se originó en la Antigua Grecia, más concretamente en la ciudad estado de Atenas, donde por la poca cantidad de ciudadanos resultaba mas facil llegar a una opinion generalizada o consensos entre todos los ciudadanos), pero en la actualidad todos los sistemas democráticos del mundo son principalmente de tipo representativo.
Esta definición general tiene algunos matices. No todos los habitantes de un determinado municipio, región o estado democráticos participan en la política, sino sólo aquellos que ostentan de pleno derecho la condición de ciudadanos, y dentro de éstos, sólo aquellos que eligen participar, generalmente mediante el voto en unas elecciones libres o cualquier otro proceso electoral como el referéndum.
Cultura democrática
En aquellos países que no tienen una fuerte tradición democrática, la introducción de elecciones libres por sí sola raramente ha sido suficiente para llevar a cabo con éxito una transición desde una dictadura a una democracia. Es necesario también que se produzca un cambio profundo en la cultura política, así como la formación gradual de las instituciones del gobierno democrático. Hay varios ejemplos de países que sólo han sido capaces de mantener la democracia de forma muy limitada hasta que han tenido lugar cambios culturales profundos, en el sentido del respeto a la regla de la mayoría, indispensable para la supervivencia de una democracia.
Uno de los aspectos clave de la cultura democrática es el concepto de "oposición leal". Éste es un cambio cultural especialmente difícil de conseguir en naciones en las que históricamente los cambios en el poder se han sucedido de forma violenta. El término se refiere a que los principales actores participantes en una democracia comparten un compromiso común con sus valores básicos, y que no recurrirán a la fuerza para obtener o recuperar el poder.
Esto no quiere decir que no existan disputas políticas, pero siempre respetando y reconociendo la legitimidad de todos los grupos políticos. Una sociedad democrática debe promover la tolerancia y el debate público civilizado. Durante las distintas elecciones o referéndum, los grupos que no han conseguido sus objetivos aceptan los resultados, porque se ajusten o no a sus deseos, expresan las preferencias de la ciudadanía.
Especialmente cuando los resultados de unas elecciones conllevan un cambio de gobierno, la transferencia de poder debe realizarse de la mejor forma posible, anteponiendo los intereses generales de la democracia a los propios del grupo perdedor. Esta lealtad se refiere al proceso democrático de cambio de gobierno, y no necesariamente a las políticas que ponga en práctica el nuevo gobierno
Argumentos a favor y en contra de la democracia
Ignorancia popular
Una de las críticas comunes a la democracia es la que alega una supuesta ignorancia de la ciudadanía acerca de los aspectos políticos, económicos y sociales fundamentales en una sociedad. Esta ignorancia haría que las decisiones tomadas por la gente fueran erróneas en la mayoría de los casos, al no estar basadas en conocimientos técnicos. Sin embargo, los defensores de la democracia argumentan que la ciudadanía no es ignorante, y achacan ese tipo de críticas al interés que tienen las clases poderosas de anteponer el autoritarismo y la tecnocracia a los intereses de la gente.
Este argumento suele ser esgrimido también por la clase política para descalificar los resultados de referénda y elecciones legítimas y también en contextos en los que se plantean reformas en busca de una profundización hacia formas de democracia más participativas o directas que la democracia representativa.
En cualquier caso, en todas las sociedades en las que es posible el debate público, se asume que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, pues conlleva siempre una cierta aceptación del gobierno por parte del pueblo al haber sido elegido por éste. Desde los principios democráticos se considera que todo pueblo tiene derecho a equivocarse y que siempre es mejor cuando el error es asumido como propio por la sociedad que no cuando éste es culpa de unas pocas personas expertas, que podrían a pesar de todo equivocarse, o incluso actuar según intereses políticos ajenos a la mayoría de ciudadanos.
Puede argumentarse también que la ignorancia se traduce en las elecciones en abstención, por lo que es poco probable que tenga un peso real en la toma de decisiones (esto no es cierto en los países en que todos sus ciudadanos están obligados a votar, aquí la ignorancia sí desempeña un papel más importante).
Aunque a efectos de cuantificar el grado de ignorancia popular a través de la abstención, se considera que la abstención recoge tanto los votos de quienes se dicen desconocedores de temas políticos (apolíticos) como de aquellos a quienes no les satisface el sistema en sí o ninguno de los candidatos o partidos que se presentan, por lo que muchas veces es difícil separar la abstención por ignorancia de la abstención de protesta.
El insoportable peso de Chiapas
ENRIQUE SEMO
FRACTAL, REVISTA TRIMESTRAL
Democracia y sociedad:
Frente a la visión limitada de la democratización como una reforma del Estado, reforma de la Constitución o pluralismo partidista, el EZLN propone una democracia que se construye desde abajo, que se desarrolla organizando a la sociedad civil y que se afirma cuestionando globalmente la relación existente entre gobernantes y gobernados. Organizativamente hablando, frente a la propuesta del partido político, inserto en el Estado, propone el movimiento social enraizado profundamente en la oposición.
De ahí el concepto de "mandar obedeciendo", que sintetiza su visión de la relación entre dirigentes y dirigidos; su oposición a luchar por el poder, que revela su vocación de oposición histórica que se propone cambiar a la sociedad desde su mismo seno; su reticencia a colaborar con los partidos políticos de cualquier signo, que reafirma la decisión de seguir siendo un movimiento social; y su principio de "todo para todos, nada para nosotros", que sintetiza el principio moral humanista en el cual funda su concepción política.
La propuesta ha tenido un gran impacto en la imaginación de grandes sectores y éxito político en las comunidades indígenas ligadas al EZLN y algunos centros aislados. Pero tres intentos de construir un movimiento nacional pacífico basado en esos principios han fracasado. Fuera de Chiapas, el EZLN sigue siendo un poderoso líder de opinión sin presencia política propia. Por ahora no ha logrado formar, ni en el campo ni en la ciudad, un interlocutor que, no siendo guerrilla, responda a sus principios y su dirección. Así, el intento de exportar su experiencia chiapaneca no ha tenido éxito. Todo indica que en las condiciones actuales del país una coordinadora de ONG y de movimientos sociales bajo la dirección de los zapatistas es imposible o sería una organización extraordinariamente sectaria y reducida.
Pero si bien el EZLN no logra resolver aun el problema de su transformación en una organización democrática no armada e inscrita en la legalidad, nadie puede negar sus contribuciones directas al proceso democratizador del país.
Veamos sólo un ejemplo de los primeros meses de su historia. El sexenio salinista fue de reformas económicas aceleradas y de retroceso democrático. No sólo fueron ilegítimas las elecciones de 1988, sino que pese a sus declaraciones de que la era del partido de Estado había concluido, no fue sino hasta finales de 1993 cuando introdujo una tímida reforma electoral. Durante esos seis años, la transición a la democracia se detuvo.
La irrupción del EZLN en la escena fue un grito contra el recrudecimiento del autoritarismo y el ilusionismo económico y su efecto inmediato y vitalizador. Pocos días después, unos cien mil participantes de la "marcha de la paz en Chiapas" abarrotan el zócalo. El 27 del mismo mes y a iniciativa del gobierno, se firma un primer acuerdo entre los partidos para discutir una reforma electoral. Dos meses más tarde, Salinas abandona su política de hostigamiento contra el PRD y se aprueba un documento que influyó positivamente en las elecciones de 1994.
En los meses que siguieron, se consolida un pacto tácito entre el EZLN y lo que más tarde se ha dado en llamar la sociedad civil. La exigencia de paz confluye con la de democracia. El EZLN usa las ONG como escudo contra la agresión armada y éstas lo aprovechan como ariete contra la cerrazón autoritaria. Desde entonces, la confluencia se ha repetido varias veces. Pero esa alianza con las ONG que otorgan una solidaridad entusiasta, negándose sin embargo a tomar la vía de la lucha armada, trastorna el proyecto zapatista que en su origen era el del cambio por esa vía. El democratizador a pesar de sí mismo se transforma en democratizador consciente. El EZLN impulsa el proceso democratizador y es a su vez transformado por éste.
Otro de los problemas que plantea la experiencia chiapaneca es el de la relación entre democracia y violencia o, en otros términos, la legitimidad y la viabilidad de la lucha armada en la actual transición a la democracia. Hay quien considera que entre violencia armada y democracia existe una contradicción insoluble. La historia no les da la razón. En el origen de la democracia hubo momentos de violencia necesaria. La democracia norteamericana sólo pudo consolidarse con la ayuda de una larga guerra de liberación contra el absolutismo inglés, y la francesa le debe mucho a la toma de la Bastilla por el pueblo de París y a la guerra contra la intervención extranjera. La de Centroamérica hubiera sido imposible sin marxistas-leninistas que desgastaran la soberbia de las oligarquías locales. Luego, la democracia ha debido ser defendida con las armas en la mano, como en la guerra civil española o en la resistencia contra la ocupación fascista en Europa Occidental.
Es verdad que a finales del siglo XX se produjeron varias transiciones de regímenes autoritarios a la democracia sin derrame de sangre. Pero también es cierto que México no pertenece a ellas. Es ocioso discutir sobre la fecha de inicio de la transición en nuestro país. Pero ya sea 1968, 1979 o 1996, la lucha armada ha estado presente en una parte del país. Y todo indica que entraremos al siglo XX con varios grupos guerrilleros actuando en por lo menos cuatro estados.
Lo notable en México es la persistencia de la lucha armada. Pese a que entre 1964 y 1994, todos los brotes fueron derrotados militarmente, la guerrilla como fenómeno social se mantiene y si bien su presencia ha sido siempre local, su influencia en la política nacional ha sido importante en varias ocasiones.
Clara y repetidamente la mayoría de los mexicanos se han manifestado por una transición pacífica, por la ampliación de la democracia por medios no violentos. Pero también hay sectores que no pueden soportar el deterioro social y la persistencia de viejas formas de opresión y optan por la rebelión armada. El dilema que nos persigue a todos es el mandato mayoritario de abrir cauces a la democracia por la vía pacífica y el grito angustioso de los más humillados y ofendidos por el cambio, aquí y hoy. Y el dilema sólo puede ser superado con un cambio radical en la política económica y social. Y aquí llegamos al segundo tema porque, en México, democratización y globalización neoliberal se interpretan de tal manera que intentar separarlos es la más ingenua y la más fútil de las ilusiones.
También en este terreno el EZLN introduce una innovación. Apenas apagado el fragor de la batalla, el zapatismo intuye que la lucha armada y la toma del poder no son el único camino a la transformación social. Marcos se deslinda de las guerrillas pasadas que decían: "Hay que deshacerse de esta clase de gobierno y poner en su lugar a otra clase". Afirma por lo contrario que el sistema político no puede ser resultado de la guerra y que ésta sólo debe de servir para abrir espacios democráticos. "No fuimos a la guerra el 1 de enero para matar o para que nos mataran, fuimos para que nos oyeran", dirá ya desde esos días. Más tarde, en el momento en que aceptan negociar, los rebeldes entran en el camino de su transformación en fuerza política y su desaparición como organización armada.[…]
FRACTAL, REVISTA TRIMESTRAL
Democracia y sociedad:
Frente a la visión limitada de la democratización como una reforma del Estado, reforma de la Constitución o pluralismo partidista, el EZLN propone una democracia que se construye desde abajo, que se desarrolla organizando a la sociedad civil y que se afirma cuestionando globalmente la relación existente entre gobernantes y gobernados. Organizativamente hablando, frente a la propuesta del partido político, inserto en el Estado, propone el movimiento social enraizado profundamente en la oposición.
De ahí el concepto de "mandar obedeciendo", que sintetiza su visión de la relación entre dirigentes y dirigidos; su oposición a luchar por el poder, que revela su vocación de oposición histórica que se propone cambiar a la sociedad desde su mismo seno; su reticencia a colaborar con los partidos políticos de cualquier signo, que reafirma la decisión de seguir siendo un movimiento social; y su principio de "todo para todos, nada para nosotros", que sintetiza el principio moral humanista en el cual funda su concepción política.
La propuesta ha tenido un gran impacto en la imaginación de grandes sectores y éxito político en las comunidades indígenas ligadas al EZLN y algunos centros aislados. Pero tres intentos de construir un movimiento nacional pacífico basado en esos principios han fracasado. Fuera de Chiapas, el EZLN sigue siendo un poderoso líder de opinión sin presencia política propia. Por ahora no ha logrado formar, ni en el campo ni en la ciudad, un interlocutor que, no siendo guerrilla, responda a sus principios y su dirección. Así, el intento de exportar su experiencia chiapaneca no ha tenido éxito. Todo indica que en las condiciones actuales del país una coordinadora de ONG y de movimientos sociales bajo la dirección de los zapatistas es imposible o sería una organización extraordinariamente sectaria y reducida.
Pero si bien el EZLN no logra resolver aun el problema de su transformación en una organización democrática no armada e inscrita en la legalidad, nadie puede negar sus contribuciones directas al proceso democratizador del país.
Veamos sólo un ejemplo de los primeros meses de su historia. El sexenio salinista fue de reformas económicas aceleradas y de retroceso democrático. No sólo fueron ilegítimas las elecciones de 1988, sino que pese a sus declaraciones de que la era del partido de Estado había concluido, no fue sino hasta finales de 1993 cuando introdujo una tímida reforma electoral. Durante esos seis años, la transición a la democracia se detuvo.
La irrupción del EZLN en la escena fue un grito contra el recrudecimiento del autoritarismo y el ilusionismo económico y su efecto inmediato y vitalizador. Pocos días después, unos cien mil participantes de la "marcha de la paz en Chiapas" abarrotan el zócalo. El 27 del mismo mes y a iniciativa del gobierno, se firma un primer acuerdo entre los partidos para discutir una reforma electoral. Dos meses más tarde, Salinas abandona su política de hostigamiento contra el PRD y se aprueba un documento que influyó positivamente en las elecciones de 1994.
En los meses que siguieron, se consolida un pacto tácito entre el EZLN y lo que más tarde se ha dado en llamar la sociedad civil. La exigencia de paz confluye con la de democracia. El EZLN usa las ONG como escudo contra la agresión armada y éstas lo aprovechan como ariete contra la cerrazón autoritaria. Desde entonces, la confluencia se ha repetido varias veces. Pero esa alianza con las ONG que otorgan una solidaridad entusiasta, negándose sin embargo a tomar la vía de la lucha armada, trastorna el proyecto zapatista que en su origen era el del cambio por esa vía. El democratizador a pesar de sí mismo se transforma en democratizador consciente. El EZLN impulsa el proceso democratizador y es a su vez transformado por éste.
Otro de los problemas que plantea la experiencia chiapaneca es el de la relación entre democracia y violencia o, en otros términos, la legitimidad y la viabilidad de la lucha armada en la actual transición a la democracia. Hay quien considera que entre violencia armada y democracia existe una contradicción insoluble. La historia no les da la razón. En el origen de la democracia hubo momentos de violencia necesaria. La democracia norteamericana sólo pudo consolidarse con la ayuda de una larga guerra de liberación contra el absolutismo inglés, y la francesa le debe mucho a la toma de la Bastilla por el pueblo de París y a la guerra contra la intervención extranjera. La de Centroamérica hubiera sido imposible sin marxistas-leninistas que desgastaran la soberbia de las oligarquías locales. Luego, la democracia ha debido ser defendida con las armas en la mano, como en la guerra civil española o en la resistencia contra la ocupación fascista en Europa Occidental.
Es verdad que a finales del siglo XX se produjeron varias transiciones de regímenes autoritarios a la democracia sin derrame de sangre. Pero también es cierto que México no pertenece a ellas. Es ocioso discutir sobre la fecha de inicio de la transición en nuestro país. Pero ya sea 1968, 1979 o 1996, la lucha armada ha estado presente en una parte del país. Y todo indica que entraremos al siglo XX con varios grupos guerrilleros actuando en por lo menos cuatro estados.
Lo notable en México es la persistencia de la lucha armada. Pese a que entre 1964 y 1994, todos los brotes fueron derrotados militarmente, la guerrilla como fenómeno social se mantiene y si bien su presencia ha sido siempre local, su influencia en la política nacional ha sido importante en varias ocasiones.
Clara y repetidamente la mayoría de los mexicanos se han manifestado por una transición pacífica, por la ampliación de la democracia por medios no violentos. Pero también hay sectores que no pueden soportar el deterioro social y la persistencia de viejas formas de opresión y optan por la rebelión armada. El dilema que nos persigue a todos es el mandato mayoritario de abrir cauces a la democracia por la vía pacífica y el grito angustioso de los más humillados y ofendidos por el cambio, aquí y hoy. Y el dilema sólo puede ser superado con un cambio radical en la política económica y social. Y aquí llegamos al segundo tema porque, en México, democratización y globalización neoliberal se interpretan de tal manera que intentar separarlos es la más ingenua y la más fútil de las ilusiones.
También en este terreno el EZLN introduce una innovación. Apenas apagado el fragor de la batalla, el zapatismo intuye que la lucha armada y la toma del poder no son el único camino a la transformación social. Marcos se deslinda de las guerrillas pasadas que decían: "Hay que deshacerse de esta clase de gobierno y poner en su lugar a otra clase". Afirma por lo contrario que el sistema político no puede ser resultado de la guerra y que ésta sólo debe de servir para abrir espacios democráticos. "No fuimos a la guerra el 1 de enero para matar o para que nos mataran, fuimos para que nos oyeran", dirá ya desde esos días. Más tarde, en el momento en que aceptan negociar, los rebeldes entran en el camino de su transformación en fuerza política y su desaparición como organización armada.[…]
Contra la democracia
Javier Flores
La Jornada
Si alguna virtud tuvieron las elecciones del 2 de julio de 2006 es que dejaron al descubierto aspectos que normalmente se encuentran ocultos. Lo primero que hay que destacar es que la democracia mexicana es una falacia. Es la zanahoria que el poder pone por delante. Un concepto que han enseñado a todos a venerar (exitosamente), sean de izquierda, centro o derecha, pero que es una aberración. Ni aun en su forma más pura está exenta de anomalías. La democracia representativa, por ejemplo, anula la individualidad.
Además hay que examinar el discurso: avanzamos hacia la democracia, México evoluciona hacia la democracia, perfeccionamos nuestra democracia, creamos instituciones para arribar a la democracia. Casi nadie se detiene a pensar que estas frases implican la aceptación de que no hay democracia; apenas vamos hacia allá. ¿Por qué nos quejamos de un fraude, si apenas estamos construyendo una democracia que no tenemos?
Además, cada vez que se crean nuevas instituciones para "avanzar hacia la democracia" surgen simultáneamente en México formas más sofisticadas para burlarla. No es más que una trampa que cada vez sale más cara. Una fachada para ocultar el control sobre los mexicanos. Es un teatro, una representación... Una tontería.
La maldad domina al mundo. Me permito recurrir a un argumento moral. Yo sí creo que hay un bien y un mal. Y el bien se la quiere pasar, como su nombre lo indica, bien. Y el mal se dedica a la política para controlar a los demás. Veamos la democracia más representativa del planeta: Estados Unidos de Norteamérica. Una ciencia dedicada a la producción de armas cada vez más sofisticadas, la guerra como estandarte. Todos los días vemos fotografías de niños despedazados; madres, padres y abuelos llorando, ciudades destruidas, vejaciones físicas y torturas, hoy respaldadas por las leyes, todo en nombre de la democracia. El mal pretende adueñarse del mundo en el siglo XXI y su bandera es la democracia.
Y los políticos mexicanos, sin vergüenza alguna. Socios del mal. Empleados, sirvientes, lacayos, achichincles, hombres alfombras del poder mundial. Su misión consiste en que México esté acorde con los intereses del mal. En las campañas electorales la mentira como argumento. Dinero a raudales, el odio como razón, la amenaza, el miedo. Votos a cambio de cubetas de plástico, libros de texto prohibidos, control y monopolio de la información, fomento y utilización de la ignorancia... pero seguimos construyendo así nuestra democracia.
Autoridades electorales títeres, el cinismo, la trampa, la burla, la quema de votos para anular pruebas; así construimos la democracia con las instituciones que "tanto han costado a los mexicanos". Un Poder Judicial que muestra que no existe la división de poderes, que renuncia a su independencia, jueces que se compran y se venden, imposición. ¿Qué les van a decir a los estudiantes de derecho que aspiran a ser como ellos?
Periodistas vendidos que ocultan deliberadamente la información. ¿Con qué cara se van a presentar ante los estudiantes de periodismo y comunicación? La información hay que ocultarla, unas cosas sí y otras no. ¿Eso les van a decir? Son una vergüenza para esa noble profesión. Corrupción a raudales por todas partes. Todo para mantener un orden en nombre de la democracia.
Intelectuales sometidos al poder por su gusto o por sus intereses; cínicos, una vergüenza para México. Incapaces de mantener una distancia mínima frente al poder, pero contribuyen así al avance de nuestra democracia... y se la creen.
El saqueo del país, que pareciera no tener límites, empresas monopólicas que se escudan en nuestra necesidad imperiosa de generar empleos, los peor pagados del mundo, explotación sin límites.
La educación básica en el más bajo nivel a escala mundial, compatible con la ignorancia y el oscurantismo.
Se trata de una tiranía que actúa en nombre de la democracia.
La democracia apesta.
La Jornada
Si alguna virtud tuvieron las elecciones del 2 de julio de 2006 es que dejaron al descubierto aspectos que normalmente se encuentran ocultos. Lo primero que hay que destacar es que la democracia mexicana es una falacia. Es la zanahoria que el poder pone por delante. Un concepto que han enseñado a todos a venerar (exitosamente), sean de izquierda, centro o derecha, pero que es una aberración. Ni aun en su forma más pura está exenta de anomalías. La democracia representativa, por ejemplo, anula la individualidad.
Además hay que examinar el discurso: avanzamos hacia la democracia, México evoluciona hacia la democracia, perfeccionamos nuestra democracia, creamos instituciones para arribar a la democracia. Casi nadie se detiene a pensar que estas frases implican la aceptación de que no hay democracia; apenas vamos hacia allá. ¿Por qué nos quejamos de un fraude, si apenas estamos construyendo una democracia que no tenemos?
Además, cada vez que se crean nuevas instituciones para "avanzar hacia la democracia" surgen simultáneamente en México formas más sofisticadas para burlarla. No es más que una trampa que cada vez sale más cara. Una fachada para ocultar el control sobre los mexicanos. Es un teatro, una representación... Una tontería.
La maldad domina al mundo. Me permito recurrir a un argumento moral. Yo sí creo que hay un bien y un mal. Y el bien se la quiere pasar, como su nombre lo indica, bien. Y el mal se dedica a la política para controlar a los demás. Veamos la democracia más representativa del planeta: Estados Unidos de Norteamérica. Una ciencia dedicada a la producción de armas cada vez más sofisticadas, la guerra como estandarte. Todos los días vemos fotografías de niños despedazados; madres, padres y abuelos llorando, ciudades destruidas, vejaciones físicas y torturas, hoy respaldadas por las leyes, todo en nombre de la democracia. El mal pretende adueñarse del mundo en el siglo XXI y su bandera es la democracia.
Y los políticos mexicanos, sin vergüenza alguna. Socios del mal. Empleados, sirvientes, lacayos, achichincles, hombres alfombras del poder mundial. Su misión consiste en que México esté acorde con los intereses del mal. En las campañas electorales la mentira como argumento. Dinero a raudales, el odio como razón, la amenaza, el miedo. Votos a cambio de cubetas de plástico, libros de texto prohibidos, control y monopolio de la información, fomento y utilización de la ignorancia... pero seguimos construyendo así nuestra democracia.
Autoridades electorales títeres, el cinismo, la trampa, la burla, la quema de votos para anular pruebas; así construimos la democracia con las instituciones que "tanto han costado a los mexicanos". Un Poder Judicial que muestra que no existe la división de poderes, que renuncia a su independencia, jueces que se compran y se venden, imposición. ¿Qué les van a decir a los estudiantes de derecho que aspiran a ser como ellos?
Periodistas vendidos que ocultan deliberadamente la información. ¿Con qué cara se van a presentar ante los estudiantes de periodismo y comunicación? La información hay que ocultarla, unas cosas sí y otras no. ¿Eso les van a decir? Son una vergüenza para esa noble profesión. Corrupción a raudales por todas partes. Todo para mantener un orden en nombre de la democracia.
Intelectuales sometidos al poder por su gusto o por sus intereses; cínicos, una vergüenza para México. Incapaces de mantener una distancia mínima frente al poder, pero contribuyen así al avance de nuestra democracia... y se la creen.
El saqueo del país, que pareciera no tener límites, empresas monopólicas que se escudan en nuestra necesidad imperiosa de generar empleos, los peor pagados del mundo, explotación sin límites.
La educación básica en el más bajo nivel a escala mundial, compatible con la ignorancia y el oscurantismo.
Se trata de una tiranía que actúa en nombre de la democracia.
La democracia apesta.