Triunfaron las ganas de reprimir
Miguel Angel Velázquez
Ciudad Perdida: La Jornada
El mayor problema para los oaxaqueños que desde hace tres semanas se plantaron a las afueras del Senado de la Republica es la imposibilidad de estar en el río, cuando la sangre de sus compañeros de lucha lo ha enturbiado.
Para ninguno de los muchos que mantienen la manifestación de protesta parece extraña la decisión del gobierno. La represión siempre fue el golpe que esperaban, y conscientes de ello se prepararon, aunque nunca nadie logra aceptar, totalmente, el triunfo de la imbecilidad armada.
Entre los habitantes del plantón los culpables de que la sangre de los oaxaqueños inunde el río son los intereses del Partido Acción Nacional, que pudieron restar su apoyo al PRI para que Ulises Ruiz dejara la gubernatura del estado y, con ello, cumplir con la exigencia de la mayoría de los habitantes de aquella entidad, lo que traería el principio de acuerdo que da base sólida a una paz acordada, y seguramente duradera.
Acción Nacional, Fox y el gobierno del odio que pretende imponerse -el poder aparente, porque es sabido que estos actores sólo son el brazo ejecutor de quienes se apoderaron del país- muestran, ahora, sin mayor duda, que la voz de la gente no será escuchada, jamás, por Felipe el usurpador.
Más que nunca el odio se erige como la fuerza hegemónica de los azules, que intentarán, con sus acciones en Oaxaca, lanzar un mensaje inequívoco: o el pueblo se somete a sus mandatos o ellos lo someten.
Siempre que los ataques mediáticos no logren enajenar lo suficiente como para revertir la relación entre sometidos y los inconformes, estará la fuerza de los chorros de agua de las tanquetas antimotines, los gases lacrimógenos, los garrotes y el crimen impune, cometido en nombre de la legalidad, el orden y la paz.
Las fotografías que nos muestran los medios escritos señalan a un grupo adiestrado, que lanza su ataque en contra de los miembros del plantón oaxaqueño. Curiosamente, la mayoría de los que se ven armados visten una camisa roja que parece una seña de identificación entre ellos, es decir, estamos frente a algo muy parecido a un nuevo escuadrón de la muerte.
Y no sólo eso, desde el ánimo exacerbado de otros grupos, que nada tienen que ver con la APPO, se montan actos violentos que finalmente parecen dar la razón a las muchas voces que reciben entre aplausos y justificaciones ramplonas el arribo de las aspiraciones más altas de la derecha: la represión.
Tal vez nada pueda justificar a los jóvenes que por su cuenta deciden manifestarse violentamente, por ejemplo, en el centro de la ciudad de México, pero es necesario pensar hasta qué punto la represión ha ido radicalizando a quienes cada vez se sienten más humillados, más despojados, más perseguidos por un sistema que no les ofrece nada más que odio.
Así, la solución de la fuerza seguramente no llevará la paz a Oaxaca, por el contrario, el rencor que siembra el sometimiento siempre dará frutos de incertidumbre y la inestabilidad acechará cada rincón, cada paso, cada discurso de quienes se sienten vencedores del pueblo que sometieron, pero que no pueden gobernar.
Termina un gobierno incapaz, omiso en sus deberes hacia la gente, indolente frente a las demandas de la mayoría empobrecida y finalmente violento, y se inicia el del odio que, como se ve, no tendrá otro sustento que la represión, la represión y la venganza, lo malo es que el fruto de la semilla que sembraron empieza a madurar, y eso los tiene aterrorizados
Ciudad Perdida: La Jornada
El mayor problema para los oaxaqueños que desde hace tres semanas se plantaron a las afueras del Senado de la Republica es la imposibilidad de estar en el río, cuando la sangre de sus compañeros de lucha lo ha enturbiado.
Para ninguno de los muchos que mantienen la manifestación de protesta parece extraña la decisión del gobierno. La represión siempre fue el golpe que esperaban, y conscientes de ello se prepararon, aunque nunca nadie logra aceptar, totalmente, el triunfo de la imbecilidad armada.
Entre los habitantes del plantón los culpables de que la sangre de los oaxaqueños inunde el río son los intereses del Partido Acción Nacional, que pudieron restar su apoyo al PRI para que Ulises Ruiz dejara la gubernatura del estado y, con ello, cumplir con la exigencia de la mayoría de los habitantes de aquella entidad, lo que traería el principio de acuerdo que da base sólida a una paz acordada, y seguramente duradera.
Acción Nacional, Fox y el gobierno del odio que pretende imponerse -el poder aparente, porque es sabido que estos actores sólo son el brazo ejecutor de quienes se apoderaron del país- muestran, ahora, sin mayor duda, que la voz de la gente no será escuchada, jamás, por Felipe el usurpador.
Más que nunca el odio se erige como la fuerza hegemónica de los azules, que intentarán, con sus acciones en Oaxaca, lanzar un mensaje inequívoco: o el pueblo se somete a sus mandatos o ellos lo someten.
Siempre que los ataques mediáticos no logren enajenar lo suficiente como para revertir la relación entre sometidos y los inconformes, estará la fuerza de los chorros de agua de las tanquetas antimotines, los gases lacrimógenos, los garrotes y el crimen impune, cometido en nombre de la legalidad, el orden y la paz.
Las fotografías que nos muestran los medios escritos señalan a un grupo adiestrado, que lanza su ataque en contra de los miembros del plantón oaxaqueño. Curiosamente, la mayoría de los que se ven armados visten una camisa roja que parece una seña de identificación entre ellos, es decir, estamos frente a algo muy parecido a un nuevo escuadrón de la muerte.
Y no sólo eso, desde el ánimo exacerbado de otros grupos, que nada tienen que ver con la APPO, se montan actos violentos que finalmente parecen dar la razón a las muchas voces que reciben entre aplausos y justificaciones ramplonas el arribo de las aspiraciones más altas de la derecha: la represión.
Tal vez nada pueda justificar a los jóvenes que por su cuenta deciden manifestarse violentamente, por ejemplo, en el centro de la ciudad de México, pero es necesario pensar hasta qué punto la represión ha ido radicalizando a quienes cada vez se sienten más humillados, más despojados, más perseguidos por un sistema que no les ofrece nada más que odio.
Así, la solución de la fuerza seguramente no llevará la paz a Oaxaca, por el contrario, el rencor que siembra el sometimiento siempre dará frutos de incertidumbre y la inestabilidad acechará cada rincón, cada paso, cada discurso de quienes se sienten vencedores del pueblo que sometieron, pero que no pueden gobernar.
Termina un gobierno incapaz, omiso en sus deberes hacia la gente, indolente frente a las demandas de la mayoría empobrecida y finalmente violento, y se inicia el del odio que, como se ve, no tendrá otro sustento que la represión, la represión y la venganza, lo malo es que el fruto de la semilla que sembraron empieza a madurar, y eso los tiene aterrorizados
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