sábado, octubre 07, 2006

Oaxaca y México
Fausto Fernandez Ponte
Asimetrías

I
¿Cómo resolver el conflicto de poder al que ha arribado la convulsión social en el estado de Oaxaca? O, preguntado de otro modo, ¿existe alguna solución real?
Esta interrogante nos lleva a otra, contextual y macrocósmica: ¿Cómo resolver las crisis del poder --y de la sociedad misma, a nuestro ver-- que estruja a México?
Podríase decir objetivamente --sin incurrir en pesimismo-- que en ningún caso, el oaxaqueño y el nacional, es posible lograr un desenlace práctico y satisfactorio a las partes.
¿Por qué? Porque no es posible, en términos prácticos, disociar lo oaxaqueño de lo nacional, como premisa mayor para lograr un enfoque correcto de esta crisis de poder y social.
Y ese enfoque debe incorporar, para fines de precisión y registro fiel, sin distorsiones, de la crisis, los componentes tangibles e intangibles de ésta.
Mas no sólo eso. También debe incorporarse en ese enfoque la crisis, la interacción --fríamente discernida-- de dichos componentes, sus tendencias y sus patrones de conducta.
Esto es axial. La crisis oaxaqueña es parte de la crisis nacional. De hecho, es una manifestación adelantada --aunque anticipada-- de dicha crisis: Es erupción volcánica temprana.
Por ello, aun considerando los componentes oaxaqueños propiamente, superar la crisis requiere algo que el poder político y económico no están dispuestos a hacer.

II
Requiere ceder ante las demandas de los oaxaqueños simultáneamente a las demandas de los mexicanos que exigen modificar o alterar la forma de gobierno en México.
Empero, para el poder la decisión de ceder no está en la mesa de negociaciones. Ello significa que la opción de que el gobernador Ulises Ruiz renuncie no es aceptable.
Y no lo ha sido, hasta ahora, aunque las razones del poder tienen que ver con un falso principio de autoridad y porque la renuncia representaría una victoria política popular.
Sin embargo, el realismo político tendrá que imponerse e influir en el poder, a menos que éste, en su obcecación y nesciencia política, desestime las voces de la historia.
Mas es obvio que el registro que el poder tiene del realismo político es diferente al de la insurgencia popular oaxaqueña. Esta parece poseer mayor objetividad que el poder.
Por otra parte, el poder parece intuir que la renuncia del gobernador precedería a otras demandas. La salida del señor Ruiz, cierto es, no resolvería a fondo el problema.
Eso es un escenario prospectivo probable. Sería, pues, un verismo, desde nuestra perspectiva. El gobernador no es el problema; el problema son las fuerzas que él representa.

III
Y esas fuerzas son las de la oligarquía y la plutocracia que en Oaxaca, como en el ámbito nacional, fomentan con su voracidad la desigualdad económica brutal y la injusticia.
Esa voracidad se emblematiza en el saqueo impune de las riquezas de México. El espurio Presidente Electo, Felipe Calderón, habla de ceder nuestro patrimonio a particulares.
Ello nos define la naturaleza de la lucha social en Oaxaca y, por ligazón dialéctica, en el resto de México. Esta es una lucha del pueblo mexicano contra un poder opresor.
Un poder opresor que para prevalecer no tiene empacho en el transvestismo leguleyo electoral para ocultar un fraude que, por su grotesca manufactura, es obvio y demostrado.
Es, pues, el poder una potestad metaconstitucional --más allá de lo moral y lo ético--. Esto nos lleva a suponer con miga que sus personeros sólo piensan en la opción represiva.
Este enfoque del fenómeno reivindicatorio en Oaxaca no desestima un componente intangible, pero de indudable con cretividad: el fin constitucional del sexenio neoliberal.
El poder tiene ante sí esos dilemas. O actúa ahora o se espera a que el próximo sexenio, el del Espurio, sea el que actúe. Este exige que no se le herede ese pasivo político.
Concluiríase que no existe una solución convencional, de reacomodo, para la crisis en Oaxaca. Tampoco existe una para la crisis nacional. La solución pasa por atajos reformadores.
O, a nuestro ver, por atajos revolucionarios; cambiar la forma de organización política y económica no sólo en Oaxaca, sino en el país. Ello requiere tomar el poder constituido.
Aquí --¡oh, manes de la dialéctica!--, alcanzar el objetivo inmediato precede al mediato. Primero, el poder local, el de Oaxaca. Luego, en otros estados. Y después, el nacional.