sábado, octubre 07, 2006

¿Unidad nacional?
Gilberto López y Rivas
La Jornada
Fragmento

Es notable que quienes instrumentaron el golpe de Estado electoral en contra de los derechos democráticos del pueblo mexicano y preparan la represión de los oaxaqueños, realicen ahora reiterados llamados a la unidad nacional, respeto a las instituciones, paz y conciliación de todos los ciudadanos. ¡México es primero!, insisten sus voceros e intelectuales. Esta estrategia de propaganda mediática resulta no sólo cínica y demagógica, sino constituye un insulto a la inteligencia de cualquier persona con un mínimo de conciencia política sobre la realidad del país.
¿A qué unidad nacional se refieren? ¿A la fraternidad entre esa ínfima minoría que no pasa de uno por ciento de la población -y que detenta 60 por ciento de la riqueza nacional-, con el resto mayoritario de explotados, excluidos, discriminados, segregados, desterrados, proletarizados, endeudados, desempleados, reprimidos, encarcelados, violentados sus derechos humanos elementales, secuestrados sus derechos políticos, condenados a la imposición de una presidencia espuria? […]
[…] Llaman a la concordia de todos los mexicanos quienes mantienen a centenares de luchadores sociales como presos políticos; ejercen la violencia a través de la criminalización de la resistencia, hacen uso constante de las fuerzas policiacas, militares y paramilitares contra los movimientos sociales. Los mismos que apoyan incondicionalmente a un tirano como Ulises Ruiz, enemigo de la libertad de prensa, organizador de sicarios pagados para asesinar maestros y ciudadanos indefensos. ¿Unidad nacional en el clasismo, el sexismo, el racismo, la violencia del crimen organizado, la traición a la patria y la democracia?
La única unidad nacional posible es la que se abre para el proyecto democrático popular de nación. Una concepción nueva que logre disolver el vínculo entre nación y burguesía a partir de una lucha contra-hegemónica en la que se afiance el predominio de los intereses mayoritarios del pueblo-nación y se redefina el rumbo de la existencia interna y externa de nuestra patria-matria. Si la nación es ese espacio de luchas y proyectos nacionales dispares y contradictorios de las distintas clases, grupos sociales, componentes étnico-culturales que se articulan bajo un sistema de hegemonía establecido originalmente por la burguesía, el pueblo -ese conjunto de clases, etnias y grupos sociales desposeídos y explotados que han aportado sus luchas y resistencias en los procesos nacionalitarios- debe asumir la conducción política, económica, social, ideológica y cultural para superar las contradicciones intrínsecas que caracterizan a los actuales agregados nacionales capitalistas. Es necesaria la refundación de la nación ante la imposibilidad actual de su desarrollo e incluso sobrevivencia como ente independiente y soberano, y como espacio de las luchas anticapitalistas y por la construcción de un socialismo democrático.
En esta reconstrucción nacional, la cultura -esa forma de ser y existir de un pueblo, en sus distintas diferenciaciones étnicas- se trasforma en un efectivo instrumento de transformación social, y esto ocurre no sólo en las expresiones artísticas, sino también en la diaria forma de vivir frente a la opresión; en no participar como cómplices del sistema autoritario. La familia, las relaciones sociales y laborales constituyen los espacios de un singular enfrentamiento entre la cultura de la dominación y la de la resistencia, con sus códigos, símbolos y señales propios. Si la nación se redefine como un sistema de hegemonía, es trascendente librar la batalla en la esfera ideológica-cultural, rechazar la unidad nacional de los opresores -que no es más que el velo que cubre la explotación y la violencia de clase-, y forjar la unidad en torno a la nación-pueblo.