La desconfianza
Javier Sicilia
PROCESO
[…]La democracia es el poder del pueblo ejercido a través de leyes representadas por un cuerpo legislativo. Por desgracia, ese cuerpo ha perdido la confianza de la gente, porque la ley sólo se ha usado para sostener los intereses de los partidos y del Ejecutivo. Estamos, por lo tanto, en un régimen que avanza hacia la dictadura disfrazado de democracia y de legalidad. La única manera de salir de él es poner la ley por encima de los gobernantes, de los gobiernos y de los partidos, y devolverle al pueblo la confianza en las instituciones que lo representan. Para ello es necesario una nueva Constitución que represente a todos y que permita, mediante nuevos mecanismos –un Parlamento al servicio de la gente, la segunda vuelta en las elecciones, el plebiscito, el fortalecimiento del campo y de las economías locales, el límite a los grandes emporios del dinero y las figuras jurídicas que permitan a los pueblos organizarse por sí mismos–, regenerar la confianza de todos. Mientras tanto, sólo nos aguardan el descontento, la protesta, la represión y la continuidad de esos maestros de las virtudes simuladas que han hecho todo lo necesario para que las palabras “partido” y “gobierno” sean un símbolo de burla, desconfianza y miedo.[…]
PROCESO
[…]La democracia es el poder del pueblo ejercido a través de leyes representadas por un cuerpo legislativo. Por desgracia, ese cuerpo ha perdido la confianza de la gente, porque la ley sólo se ha usado para sostener los intereses de los partidos y del Ejecutivo. Estamos, por lo tanto, en un régimen que avanza hacia la dictadura disfrazado de democracia y de legalidad. La única manera de salir de él es poner la ley por encima de los gobernantes, de los gobiernos y de los partidos, y devolverle al pueblo la confianza en las instituciones que lo representan. Para ello es necesario una nueva Constitución que represente a todos y que permita, mediante nuevos mecanismos –un Parlamento al servicio de la gente, la segunda vuelta en las elecciones, el plebiscito, el fortalecimiento del campo y de las economías locales, el límite a los grandes emporios del dinero y las figuras jurídicas que permitan a los pueblos organizarse por sí mismos–, regenerar la confianza de todos. Mientras tanto, sólo nos aguardan el descontento, la protesta, la represión y la continuidad de esos maestros de las virtudes simuladas que han hecho todo lo necesario para que las palabras “partido” y “gobierno” sean un símbolo de burla, desconfianza y miedo.[…]
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